jueves, 29 de marzo de 2012

El Principio de Autoridad en el Régimen Escocés Rectificado


NO ES EL PRINCIPIO DE AUTORIDAD
SINO EL FIN DE LA AUTORIDAD


A tenor de la acogida que ha tenido la reciente publicación de un trabajo del M.·.R.·.H.·. Ferrán Juste, Gran Canciller del Gran Priorato de Hispania, con la debida licencia publicamos ahora el extracto de una segunda plancha de su autoría, en este caso dedicada a establecer de qué hablamos cuando mencionamos el Principio de Autoridad en el Régimen Escocés Rectificado. Este trabajo -escrito como consecuencia de la confusión reinante entre los conceptos de poder y autoridad- permite percibir de manera clara el carácter jerárquico, aristocrático y piramidal del R.E.R. en contraposición con la masonería liberal. 



Escribo por recomendación de nuestro G.·.M.·. / G.·.P.·., y en mi condición de Gran Canciller/ Gran Secretario Por ese motivo y dado que la presente tiene vocación de ser difundida en otros talleres del Gran Priorato, su redactado es en castellano...

...Como ya se ha repetido en muchas ocasiones, en el Régimen Escocés Rectificado, la Autoridad (por favor, no caigamos en el infantilismo de llamarla “el Poder”) dimana directamente de Dios, por lo que su estructura jerárquica, aristocrática y piramidal permite que esa autoridad descienda desde el Gran Maestro/Gran Prior hasta los Aprendices, pasando por todos los estamentos intermedios, que, al igual que el mismo GM.·./G.·.P.·. la ejercen por delegación de la Única Fuente que es el fin para siempre.

Pero ¿qué otorga al  G.·.M.·. / G.·.P.·. la cualidad necesaria para ser repositorio de esa autoridad dimanante de Dios?

En una Obediencia Rectificada que funcione como se espera que debe hacerlo (por ejemplo, la nuestra), de una forma análoga a como funciona una abadía benedictina, se consideraría que el “superior”, que no deja de ser un padre (“abbas” significa exactamente eso) debería acumular en su persona una serie de aspectos, factores o cualidades que lo hacen idóneo para ejercer su magisterio sobre todos sus discípulos, aprendices o pupilos.

Básicamente son:

  • Una antigüedad, una veteranía que le permita acumular sobradamente experiencia de la vida, experiencia en el conocimiento del alma humana y experiencia en el funcionamiento y objeto de la Orden. La madurez mental, emocional y vital facultan a quien las disfruta para acceder a un grado de sabiduría que permite comprender por encima (o, mejor, en vez ) de juzgar.

  • Un alto grado de Conocimiento. Obviamente no se trata de tener una simple erudición o acumulación de datos, sino que hablamos de una verdadera sabiduría, fruto de una eficaz, madura y reposada interrelación de esos datos, y de una auténtica comunión con ellos. Difícilmente podría iniciar quien no fuese un verdadero iniciado. Y para ello debe trascender el conocimiento epidérmico para interiorizarlo, hacerlo suyo, identificarlo (Daniel Baremboim no “sabe” música; “es” la música).

Ello hace del “Superior” un verdadero Maestro y no un simple “profesor”. Es en este sentido que distingo el oficio del profesor de la cualidad de Maestro ya que el Maestro hace del conocimiento algo personalizado y tan identitario que se vive en el alma.

De esta forma, la enseñanza del Maestro no es la lección de un profesor (funcionario), porque un Maestro ama lo que transmite como un acto de amor hacia el conocimiento en sí mismo y hacia el discípulo, potencial (o futura) encarnación de la cadena de transmisión iniciática y potencial (o futura) encarnación del conocimiento mismo.

Un verdadero Maestro debe conducir, inducir y seducir al discípulo.

Debe hacer que se enamore de saber.

Eso hace que el verdadero Maestro sea una suerte de combinación entre padre, artista y sacerdote y el hecho mismo de la enseñanza del saber sagrado sea mucho más que una simple docencia "técnica", sino que sea una verdadera comunión.

  • La Confianza: Primero, obviamente, por su absoluta Honorabilidad y la indubitabilidad de su capacidad de compromiso. Por su lealtad inquebrantable a la Fe Cristiana, a la Orden que representa y a los Hermanos que tutela. Debe generar una credibilidad interactiva entre todos los Hermanos.

Igualmente, la confianza es la antesala del respeto, de la misma manera que la desconfianza es la madre del miedo (la forma perversa del respeto).

Y la confianza y el respeto tienen que ir juntos. Si así fuera, nunca serian necesarios los juicios.

Aristóteles lo explicaba muy bien cuando desarrolló la teoría de los silogismos, y hablaba de la vías inductiva y deductiva:

“Existen unos silogismos en los que comparamos una premisa particular con otra, previa, general:
Particular: Fulano ha robado una gallina
General: El que roba gallinas es un ladrón
La Conclusión (Fulano es un ladrón, a la cárcel con él), se llama juicio.
En otros silogismos, contemplamos una premisa particular; y otra ; y otra…
Fulano ha robado una gallina
Zutano ha robado una gallina
Mengano ha robado otra gallina….
La “Conclusión” nos dice algo así como “Cuanta gente pasa hambre…”; y se llama “comprensión”.

Aristóteles dijo que la vía del juicio y la de la comprensión son imposibles de desarrollar simultáneamente por la mente humana, que no está facultada para ello: no se puede juzgar y ser comprensivo a la vez, porque el desarrollo de los silogismos respectivos va en direcciones opuestas: Del general al particular o del particular al general.

Por ello es imposible humanamente confiar en quien nos juzga. Los humanos estamos programados únicamente para confiar en quien nos comprenda.

De aquí la idoneidad de un “Superior” comprensivo, ya que es mucho más que simplemente “bondadoso”. Es un “padre” que está retroalimentando la confianza interactiva y el respeto por lo que representa.
(Desgraciadamente estamos muy acostumbrados a una sociedad en la que, según que “autoridades” inspiran mucho miedo pero muy poco respeto.)

  • Capacidad de entrega: Autoridad no es “poder”; es servicio, dedicación y consagración. Autoridad deriva de autor, el que realiza, el que hace. Es activo y proactivo como transmisor del conocimiento y de la Iniciación, siendo el receptor del conocimiento, de la sabiduría y da la iniciación, sujeto pasivo de la transmisión del bagaje iniciático.

Es obvio pues que la autoridad que se ejerce en el seno del R.E.R., no puede ni debe ser jamás entendida como autoritarismo, ya que si debiera ser sinónimo de algo seria de servicio: a Dios, a la Orden, a los Hermanos. Y por ende, a una Humanidad cada día más descreída, más desorientada y más caída.

Estos son los justos atributos de la Autoridad ejercida por delegación divina por la aristocracia caballeresca en el seno del RER.

Todo esto, V.M., creo humildemente que nada tiene que ver con una imagen profana, estereotipada y formal de eso que se da en llamar el Principio de Autoridad; en el RER la Autoridad, si tiene un principio, es Dios. Lo que seguro que tiene es un fin: servir.
Jesucristo dijo: “Hágase tu voluntad”.

Nosotros decimos: “Non nobis, Dómini, non nobis. Sed, Nomini Tuo da gloriam.”
 
He dicho.


Ferran Juste,
Gran Canciller/Gran Secretario. 

sábado, 24 de marzo de 2012

Ordenes de Caballería de Tradición Católica Romana


La Caballería fue una de las instituciones más importantes del Occidente Cristiano. De algún modo sigue vigente, especialmente en aquellas órdenes que, como el Régimen Escocés Rectificado, conservan en sus ritos las ceremonias de armamentos y confieren esta dignidad a sus miembros, luego del correspondiente recorrido masónico. Ferrán Juste, autor de este ensayo, es historiador y especialista en este tema. Siendo Gran Canciller de Gran Priorato de Hispania nos ha expuesto de manera clara los orígenes de la Caballería y su alcance dentro del RER. Se trata sin dudas de un artículo profundo y enjundioso. El M.·. R.·. H.·. Ferrán Juste es también escritor. Entre sus novelas destaca "Lo Tro D´Empúries". ES también autor de "XXV Anys de MAÇONERIA CRISTIANA a Catalunya" la historia de la Justa y Perfecta Logia Tau.
Creemos que la publicación de este ensayo será de mucho interés para los masones cristianos.






Ordenes de Caballería de Tradición Católica Romana


La primera constancia histórica de los antecedentes de una orden de caballería religioso militar de que tenemos noticia es el Hospital de San Juan de Jerusalén, creado el s. XI, próximo a la Iglesia del santo Sepulcro, de origen amalfitano y protegido por la dinastía egipcia del califato fatimí, Hospital que, con el tiempo daría lugar a la Orden de los Caballeros Hospitalarios de San Juan de Jerusalén, actualmente la Orden de Malta. Tal vez ya funcionase incipientemente desde el año 1048, aunque la primera referencia escrita del Hospital y la licencia fatimí a los amalfitanos data del 1084.

El año de 1054, durante el Patriarcado de Constantinopla de Miguel Cerulario se consumaba la división cristiana entre Oriente y Occidente intercambiándose excomuniones mutuas con el Papa de Roma.

17 años después, en la batalla de Manzikert (1071), el ejército bizantino era barrido por la caballería ligera turca: los seljúcides devenían así amos del Próximo Oriente, Anatolia, Siria y la misma Jerusalén, que hasta entonces, bajo la tolerante protección egipcia era visitada por peregrinos de todo el mundo, muchos de ellos a través del ya en decadencia Imperio Bizantino.

Fué el fin de dos cosas: de la idea de Imperio Bizantino–Gran Potencia y de Jerusalén ciudad abierta a los peregrinos.

Coincidió pues cronológicamente la debilitación que para el Cristianismo supuso la consumación de la división del Cristianismo conocida como Cisma de Oriente y el ascenso de una corriente islámica fanatizada como fue la seljúcida.

En todo caso, la sensación de seguridad y/o garantía que podía ofrecer el viejo imperio al Cristianismo en el Oriente mediterráneo se desvaneció totalmente.

Hay que tener presente que el ejército bizantino, hasta entonces estaba mayoritariamente integrado por mercenarios: antiguamente, incluso hunos, como los que sirvieron bajo el general Belisario. Normalmente eran isaurios, anatolios y esteparios diversos (pechenegos, algun kázaro, eslavos…) 
Incluso la guardia pretoriana del emperador era mercenaria y foránea: era la famosa Guardia Varega (vikinga, en gran parte sueca pero también integrada por noruegos y daneses: Harald Hardrada, el rey noruego muerto en la batalla de Stamford Bridge el any 1066 frente el rey anglosajón Haroldo Godwin había sido su “prefecto” o comandante en jefe)[1]

Igualmente la caballería bizantina no era ni fué nunca una “orden” religiosa; descendiente “nominal” de la muy antigua clase social romana de los equites, era solamente un cuerpo militar como lo habían sido las decúrias legionarias romanas agrupadas en las turmas de caballería asignadas a cada legión; normalmente estaba integrada por unidades de caballería pesada, los catafractos (con cotas de malla y armaduras “de placa”, al estilo de los jaseranes persas y korasmianos, tanto el jinete como el caballo) y los clibanarios (protegidos jinete y caballo con armaduras pesadas de cuero y especialmente de boata acorazada, llamada clíbanos y bastante parecida a la posterior protección de las sobrevestes de los caballeros catalanes llamada perpunt).

Todos ellos eran mayoritariamente mercenarios de las estepas ucranianas, búlgaros, tracios, serbios y también algunos escitas, asiáticos, tardohunos, cumanos, tártaros... y también isaurios de Anatolia.

Por su lentitud y falta de agilidad, eran enemigos fáciles para la ágil caballería turca que luchaba al estilo tártaro o mongol.

La caballería ligera bizantina, también en su mayoría mercenarios de origen albanés, macedonio o tracio, los famosos estradiotes, eran un cuerpo muy semejante a los mismos genízaros montados turcos (los “delis”) o a los muy posteriores hakkapeliitas finlandeses de la Guerra de los 30 años: una forma de antepasados de los futuros escuadrones de “dragones” o de los “ulanos” prusianos, al alternar armas de fuego (desde el s. XV) con grandes lanzas de embestida.

Desde el reinado del siniestro “Basileus” Basilio II Bulgaróktonos (Mata-búlgaros) durante la segunda mitad del s. X, se potenció la caballería pesada en detrimento de los estradiotes populares; obviamente, el mantenimiento de catafractos era mucho más caro por la complejidad de su equipo y armamento que el mantenimiento de la caballería ligera estradiota. Esa inversión del estado en mantener unidades tan costosas favoreció la tendencia militar del mercenariato bizantino (era muy rentable para un campesino “pre-cosaco” convertirse en todo un catafracto imperial), por lo que esta práctica ”viciada” devino finalmente tradicional en el Imperio de Oriente: recordemos como un ejemplo de la política de contratación de mercenarios bizantina unos hechos históricos muy próximos a nosotros: la contratación de la Gran Companyia Catalana de los Almogávares a comienzos del s. XIV por el “Basileus” Andrónico, y el posterior asesinato del “César” Roger de Flor por Girgón, quien era, a su vez, jefe de los mercenarios “alanos” del Imperio.

El caso es que después de la desgraciada deposición y de las torturas a que fué sometido por los propios bizantinos el emperador Romano Diógenes, a quien sacaron los ojos -entre otras lindezas- por su derrota en Manzikert, su sucesor en el trono imperial, a pesar de la consumación del cisma o división de la época de Miguel Cerulario 41 años antes, y viendo que aquellos turcos seljucíes eran mucho más que peligrosos, que toda Anatolia ya era suya y que la situación pintaba muy mal para Bizancio, pidió (1094 – 1095) al mismísimo Papa de Roma mercenarios (obviamente) para combatir aquel peligro.

El Papa, Urbano II, al conocer la demanda de auxilio del emperador griego, hizo otra cosa: convocó el concilio de Clermont y ya sabemos que pasó después cuando Godofredo de Bouillón se puso la cruz en la sobreveste y gritó aquello de “¡¡Deus lo volt!!”

El año de 1099, después de la batalla de Dorilea, los cruzados borgoñones, lombardos, alsacianos, flamencos y algún catalán (Berenguer Ramon II de Barcelona o Guillem II Jordà de Cerdanya), tomaban Jerusalén a los turcos, tras una matanza horrible, fundándose el Reino de Jerusalén, que duraría hasta la caída de Acre el año 1294 (la ciudad misma de Jerusalén la reconquistaría el Islam antes; el 1187).

Desde Manzikert el 1071, y más aún desde 1099, Bizancio ya no garantizaba la cristiandad de Jerusalén. Desde esas fechas fué competencia de Occidente.

Fué entonces cuando, tras la muerte de Godofredo de Bouillón el 1100, y durante la coronación de su hermano Balduíno como primer rey del reino de Jerusalén, en agradecimiento a los monjes del Hospital de San Juan se les constituye como Orden de Caballería consagrada a los enfermos y peregrinos, asignándoles un espacio muy especial: las presuntas ruinas de la casa de Zacarías, el padre de San Juan Bautista, donde levantan la iglesia de Santa María Latina (ya no griega).
Pocos años después, bajo la maestría de Raymond du Puy, la Orden del Hospital toma la regla de San Agustín y adopta su aspecto plenamente militar.

Lo que sucedió después lo sabemos todos los CBCS; se fundaron las Órdenes militares del Temple (1118 – 1129), en las presuntas caballerizas del Templo de Salomón; la de los Estefanitas húngaros hacia el 1150, asociados a la Orden del Hospital; y la Cofradía del Santo Sepulcro, con el templo del Santo Sepulcro y de la Anástasis bajo su custodia.

Y también se fundó el año 1190, durante el asedio de San Juan de Acre de la III Cruzada, la Orden de los Caballeros Teutones del Hospital de Santa María de Jerusalén, para acoger caballeros cruzados alemanes tras la muerte del Emperador germánico Federico Barbarroja, aunque se establecieron en el castillo de Montfort, al norte de Jerusalén, que habia vuelto a ser islámica desde la espantosa batalla de los Cuernos de Hattin el 1187. Una orden “paratemplaria” que únicamente acogía caballeros alemanes y que seguía la regla de San Agustín como estructura administrativa, pero que seguía la de San Benito referencialmente en el campo militar.

Después comenzaron a proliferar más órdenes monásticas de caballería religioso-militares por todo Occidente cristiano.

Pero en todo caso, eran órdenes católicas y romanas de total y absoluta obediencia papal; en el cristianismo ortodoxo griego no existia esta figura.
Las Órdenes eran católicas, como las de Santiago de la Espada, Montesa, Alcántara, Calatrava, Alfama, Livonia, los Portaespadas, San Lázaro...

Y sin ser monásticas sino nobiliarias, otras órdenes históricamente guerreras como la borgoñona del Toisón de Oro, o la inglesa de la Jarretera también eran católicas. Incluso era católica romana (y no ortodoxa) la Orden del Dragón de San Jorge, ratificada por el Papa el 1411, de origen húngaro, la famosa Orden de “Drácula” Vlad Tepes, orden de la que fué miembro el conde de Barcelona y Rey de Aragón Alfonso el Magnánimo.

Cabe comentar que la famosa Orden del Baño inglesa, del siglo XVIII no fué ni ha sido jamás una “Orden” monástico-militar sino una orden nobiliaria de tipo cortesano.

Y la Orden escocesa de San Andrés del Cardo, que tradicionalmente solo dispone de 13 miembros –por referencia a Cristo y los Apóstoles- no tiene una fecha de fundación histórica confirmada, moviéndose en el terreno de las “leyendas imposibles” que la entroncan con Carlomagno, por lo que, en todo caso y por más legendaria que fuese su génesis- sus orígenes parahistóricos serian incuestionablemente católicos. Fué “resucitada” en época estuardista y utilizada después por los hannoverianos protestantes a efectos cortesanos.

Para encontrar “órdenes” ortodoxas será necesario ir hasta el reinado del Zar Pedro el Grande de Todas las Rusias, el s. XVII, y eran, como la del Baño inglés, distinciones cortesanas, pero en todo caso nunca verdaderas órdenes monástico-militares de Caballería.

La realidad histórica es que las Órdenes de Caballería monásticas y militares son fruto del Cristianismo Católico Romano Occidental. Podría haber algunos caballeros bizantinos y ortodoxos.

Tal vez.

Pero en el Imperio Bizantino Cristiano Ortodoxo no hubo jamás Órdenes de caballería monásticas y  religioso-militares seguidoras de las reglas de San Benito de Núrsia, de San Agustín de Hipona o de San Bernardo de Claraval.

Tradicionalmente, en Bizancio no se armaba caballeros ni como muestra de reconocimiento imperial; para recompensar méritos o valores nombraban sebastocrátores, basileopátores, estrategos, déspotas, drungarios, logotetas, megaduques, curopalatos, protosebastos, protopoedros, protobestiarios, panipersebastos, pansebastohipérbathos, protospathariores, koubikoularios, praepositus sacrae cubículi, katephanos, espatharios, hypatos, anthypatos, protoasekretis y muchas otras dignidades palatinas todas ellas muy vistosas; pero caballeros, como los entendemos en Occidente, no.

Bizancio era un imperio, no una sociedad “feudal” a la occidental. En todo caso era “feudal” a la oriental.

El año 1453, Constantinopla cayó en poder turco; los Balcanes, a pesar de la resistencia épica del albanés Jorge Castriota (Iskander Beg o Skanderberg = el Señor Alejandro para los turcos), también; la religión ortodoxa quedó sometida al Islam turco en los Balcanes, sieno, a la larga Moscú (la Tercera Roma) el relevo de Constantinopla en este sentido.

Es evidente que ingleses, alemanes, flamencos, holandeses, escandinavos y otros pueblos europeos occidentales que ara profesan mayoritariamente confesiones cristianas no católicas como la luterana reformada en sus diversas formas o la anglicana, tienen una historia en común: un pasado católico romano también mayoritario (husitas, bogomiles y cátaros aparte); el mismo rey Enrique VIII de Inglaterra siempre se consideró católico a pesar de haber roto con la jerarquía eclesiástica romana.

Y la mayoría de alemanes o daneses del s. XV se consideraría totalmente papista.

Porque de hecho, las dos grandes reformas del Cristianismo Occidental, la luterana y la Tudor, tuvieron lugar en el s. XVI; doscientos años después de la disolución de la Orden del Temple.

Hasta entonces, la Cristiandad Católica Romana también eran ellos. Por ese motivo, la Orden del Temple y el resto de Órdenes de Caballería religioso-militares también integra sus historias y las pueden tener como un referente cristiano anterior a toda división religiosa en sus tierras respectivas.

Nadie puede negar su pasado.

Y cualquier anglicano actual sabe que sus antepasados fueron a la III Cruzada Católica con Ricardo Corazón de León y las Órdenes del Temple y del Hospital y lucharon juntos en Acre y en Arsuf.

Porque cualquier anglicano actual sabe que todos los caballeros templarios ingleses eran católicos romanos. No había otros. Un templario era católico. Y pensaba y actuaba y rezaba y luchaba como católico romano papista.

Sin más fantasías.

Iba a las Cruzadas que ordenaba y/o bendecía el Papa y Obispo de Roma, sucesor del Apóstol San Pedro y Piedra Angular de la Iglesia Cristiana Católica Apostólica y Romana.

No tendría ningún sentido pensar otra cosa porque en 1190 no habia alternativas para ser un monje-cristiano-caballero de la Orden del Temple.

No hubo Templarios (ni hospitalarios, ni sepulcristas, ni santiaguinos, ni calatravos, ni…) husitas, bogomiles, cátaros o priscilianistas. O satanistas.

Al menos, públicamente, oficialmente y/o como colectivo.

O eran católicos o no eran miembros de la Orden.
Obviamente, menos aún habría templarios sunnitas, o seguidores de cualquier religión no cristiana.

Serían apóstatas.

Por supuesto no pudo haber nunca templarios luteranos. Ni anglicanos. Obviamente sería un anacronismo plantearlo tan solo.

Y por supuesto, tampoco hubo ningún templario ortodoxo griego que se sepa: hubiera sido imposible técnicamente ser papista y no serlo simultáneamente. La Iglesia Romana lo hubiera excomulgado y expulsado de la Orden, en el mejor de los casos, sino lo hubiera enviado a la hoguera. La Bizantina le hubiera sacado los ojos como mínimo… y después algo peor.

A pesar de la reforma luterana y Tudor, como ya sabemos, hay monjes benedictinos también luteranos en Suecia y Anglicanos en el Reino Unido.

Pero todos consideran el patronazgo de la figura de San Beda el Venerable, que fué -¿como no iba a serlo en su época?- católico romano.

La misma Orden Teutónica, afincada en Prusia, devino mayoritariamente  luterana con el tiempo, pero nunca renegó por ello de su historia como católica cuando lo fué anteriormente.

¿O es que el Gran Maestre Hermann Von Salza fué luterano o bogomil?

Cuestionarlo solo, ya sería negar sus orígenes.

Por todo lo expuesto es fácil deducir que la Iglesia Ortodoxa Bizantina no estuvo nunca implicada en el hecho histórico de las Órdenes Monástico-Militares de Caballería nacidas en el transcurso de las Cruzadas.

Como quiera que el modelo referencial de la Orden Interior de los CBCS se inspira en el arquetipo de la Caballería Templaria, que nació y fué siempre Católica Romana, es vital que todo miembro del RER provinente de la confesión cristiana de la que venga (luterana, evangelista, ortodoxa, malankara, calvinista, anglicana, melquita, hugonote, maronita, baptista, anabaptista, episcopaliana, presbiteriana, copta o cualquier otra confesión cristiana trinitaria, todas ellas muy dignas de respeto y consideración) que aspire a la Caballería Bienhechora de la Ciudad Santa, tenga claro que el Temple fué, desde su génesis hasta su disolución, católico romano.
Los compromisos de la Caballería en el seno del RER son los que son ritualmente: seguramente, cuando Willermoz creó el RER, pensaría en el cristianismo mayoritario en su época, y que podria nutrir sobradamente las filas rectificadas: católicos romanos; luteranos, evangelistas, hugonotes y calvinistas; anglicanos, episcopalianos, prebiterianos…; obviamente seria difícil que pensase en un malankara llamando a la puerta de una logia rectificada para iniciarse en el RER.

Bienvenido hubiera sido, pero realmente, la cosa pintaba “difícil”.

Pero Willermoz sabía sobradamente que el Temple fué católico.

De la misma manera, en pleno siglo XVIII, Willermoz más difícilmente podría esperar una gran afluencia de hermanos ortodoxos griegos al seno del RER: hasta los hechos -cuarenta y pico años posteriores- de 1821 (Theodoros Kolokotronis -el “Garibaldi” griego-, la heroica Laskarina Bubulina -la “Agustina de Aragón” o la “Mariana Pineda” griega-, Missolonghi, Lord Byron, el poeta mártir Rigas Velestinlis Feralos, Ioannis Kapodístrias, Dionisios Solomós -el poeta normalizador del griego y autor del himno nacional griego, un poco entre los catalanes Aribau y Pompeu Fabra…-) Grecia formaba parte del imperio turco otómano; y un eventual “rectificado” ortodoxo griego del momento hubiera sido más candidato al empalamiento que al armamento como CBCS.

Cuesta mucho creer que Willermoz fantasease con levantar columnas de logias rectificadas en Topkapi.

El otro ámbito de difusión de la iglesia ortodoxa griega, más allá de la “Sublime Puerta” -Imperio turco-, era el área de influencia eslava o ruso zarista, un territorio donde la más mínima “libertad de pensamiento”, por más cristiana que fuese la religión ortodoxa oficial imperante, tenia tantos números para acabar de formas análogas al empalamiento turco, como bajo los mismos Mehmets, Solimanes y Bayacetos.

Con mucha suerte, a Siberia a enseñar el alfabeto cirílico a los tangutos o a los buriatos.

Por ende, la masonería cristiana, tenía tantas posibilidades de triunfar en el imperio de los Romanov, como Rasputín bajo la férula del Príncipe Yussupov.

Que es mucho decir.

La realidad es que el futuro armamento de cualquier candidato rectificado al ingreso en al Orden Interior se encontrará con llamadas, referencias, símbolos y arquetipos propios a la Caballería de la Orden del Temple; y el Temple era católico romano.

Que nadie se llame a engaño.

Si las, por otra parte, respetabilísimas convicciones cristiano-trinitarias de cualquier candidato Maestro Escocés de San Andrés le hacen entrar –en conciencia- en colusión con el “papismo” –tu es Petrus et supra hanc petram aedificabo Eclessiam Meam- o bien con la devoción mariana que entiende que la Virgen María es la Madre de Dios (devoción tanto templaria como defendida a ultranza por San Bernardo de Claraval), referencias con las que se encontrará indefectiblemente en su armamento, por favor que se lo piense antes o que hable con sus superiores previamente.

En los Valles de Sant Sadurní d’Anoia, a 27 de abril –dia de la Mare de Deu de Montserrat, patrona de Catalunya- de 2011.

Ferran Juste,
Eques a Constanti Patientia
Gran Canciller/ Gran Secretario.


[1] Su biznieto, el rey Sigurd I de Noruega fué conocido como Sigurd “Jorlsafar”, es decir, Sigurd “el peregrino de Jerusalén” (“Jorls” en noruego), por su pintoresca “peregrinación-cruzada” organizada en 1130, cuando Jerusalén ya hacía casi 40 años que era una ciudad cristiana.

Nueva edición de "La Masonería y sus orígenes cristianos"

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