1. Los Arquitectos Laicos
En sus crónicas del incendio de la iglesia de
Canterbury -acaecido en el año 1174 "por voluntad y secreto juicio de
Dios"- Gervasio describe la inmensa desazón que se apoderó de monjes y
clérigos a causa de la tragedia. (165).
Preocupados por el estado en el que había
quedado la estructura, dudaban de su fortaleza. Algunos hablaban de reconstruir
la catedral desde sus cimientos, lo cual enloquecía a los monjes de sólo
pensarlo. Otros creían que algunas columnas soportarían una nueva carga. Lo
cierto es que paralizados por tan inesperado siniestro, los monjes
permanecieron de luto durante un año, mientras decidían qué hacer con lo que
había quedado de aquel hermoso templo.
Cuenta Gervasio que el capítulo convocó a
numerosos arquitectos franceses e ingleses, pero no se pusieron de acuerdo.
Finalmente, la elección recayó en Guillermo de Sens, "hombre
extremadamente audaz, artífice habilísimo en tareas con madera y piedra",
a quien le fue entregada la obra.
Las crónicas de Gervasio de Canterbury dan fe
del celo con el que Guillermo condujo la reconstrucción; nos cuentan de la
multitud de artistas talladores que fueron convocados, del enorme esfuerzo y de
los ingenios que se debieron construir para desembarcar las piedras que
llegaban desde el otro lado del mar. Hasta que, cierto día, en el quinto año de
la reconstrucción, el hábil arquitecto cayó desde un andamio y quedó postrado
en cama durante meses. La obra avanzó entonces de forma más lenta bajo la
dirección temporaria de un monje que -con más voluntad que habilidad- seguía
las indicaciones que Guillermo le daba desde su lecho. Consciente de que ya no
se recuperaría, el arquitecto abandonó la obra y regresó a Francia.
Le sucedió otro Guillermo, de nacionalidad
inglesa, a quien Gervasio describe como un maestro hábil y honesto. Ni el uno
ni el otro eran monjes; se trataba de arquitectos laicos, hombres libres que
habían aprendido el oficio de trabajar la piedra y construir iglesias en
aquellas logias conformadas por experimentados monjes y numerosos "fratres
conversi", expertos en sus oficios de canteros, albañiles, vidrieros,
herreros, carpinteros y tallistas.
La agrupación de estos hombres en estructuras
asociativas adecuadas a su arte y tradición, fue la consecuencia natural de un
proceso social, cultural y económico signado por el fenómeno del renacimiento
urbano, la organización comunal y la creciente secularización de la sociedad.
Muchas de estas asociaciones lograron ciertos
privilegios que les otorgaron mayor libertad. Su fama se extendió, y muchos de
sus más grandes arquitectos descansan en las criptas de las catedrales que
construyeron, junto a reyes y obispos. Se comenzaba a desplegar otra historia:
la de las corporaciones y gremios de la Baja Edad Media, la de los grandes
artistas que conducirían a Europa hacia el Renacimiento.
No sabemos a ciencia cierta el momento preciso
-ni en base a qué presupuestos, tradiciones o influencias- se introdujo en los
rituales del siglo XVIII la leyenda de Hiram Abi. A partir de allí, el
simbolismo del Templo de Salomón pasó a ocupar un lugar relevante en la
francmasonería. No fueron ni Jabel, ni Nemrod, ni Pitágoras los héroes de la
corporación. Tampoco se eligió a las Pirámides de Egipto, ni al Coloso de
Rhodas, ni a la Torre de Babel como alegoría y ejemplo del "arte
sagrado". Hiram Abi y su famoso Templo se elevaron por encima de cualquier
otra opción y sobre tal artífice y su obra se erigió el edificio simbólico de
la francmasonería moderna en la mayoría de sus ritos.
Sabemos, de todos modos, a partir del análisis
de todos los documentos medievales, que la tradición triunfante se vincula a la
de los masones benedictinos. Sabemos también que esta tradición era conocida
por los autores de los antiguos documentos de la corporación. Ellos mismos
mencionan a sus fuentes. Si los antiguos masones operativos conocían esta
tradición, no es menos cierto que los modernos masones especulativos la
eligieron y organizaron prolijamente en sus complejos rituales. ¿Qué sucedió en
el medio? Los masones operativos hicieron del secreto un
culto. El secreto masónico se ha gestado en ese interregno desconocido e
inaccesible en el que reinaron las logias en todo su esplendor, capacidad y realización.
Fue la época de los grandes arquitectos, pródigos en obras, mezquinos en
palabras, celosos en sus técnicas, sus planos y sus aspiraciones. Sin embargo,
la historia puede reconstruirse porque el hombre deja huellas; a veces con la
intención de decirnos algo; otras, simplemente, porque son propias del fenómeno
humano.
A través de esas huellas podemos saber, por
ejemplo, cuántos maestros masones trabajaron en la construcción de una catedral
o un castillo. Por sus marcas en las piedras -una identificación personal, pero
también un silencioso acto secreto de vanidad de quien se sabía condenado al
anonimato colectivo- sabemos de sus itinerarios. En su obra "Un espejo
lejano", Barbara W. Tuchman calcula que Enguerran III, barón de Coucy, empleó,
en el siglo XIII, a 800 albañiles para construir la fortaleza homónima y ello
en base a las marcas dejadas en las piedras. El Hermano D. P., un anticuario
argentino experto en medallística masónica, descubrió en un palacio de la
España mora -la mezquita de Córdoba- marcas en las piedras que él mismo había
fotografiado en la catedral de Santiago de Compostela y en Barcelona,
corroborando las diversas noticias existentes en torno a la gran movilidad de
los masones que participaron en aquella obra.
En el famoso manual de Villard de Honnecourt
(circa 1224) pueden observarse dibujos que recuerdan, sugestivamente, a
"los cinco puntos de perfección" de los maestros masones. Los 65
folios contienen una verdadera colección de bocetos y planos de obra, incluida
una estructura idéntica a la utilizada por Umberto Eco para describir la
laberíntica torre de "El nombre de la rosa".
Conocemos, gracias a estos y muchísimos otros
detalles, cómo construían, cómo estaban organizados y cuál era su rol en la
sociedad. Lo que no sabemos de los masones operativos es de qué manera se
trasmitían, en secreto, sus tradiciones. Los reyes los protegieron, les
concedieron derechos, franquicias y exenciones. La Iglesia los receló primero,
para luego amenazar sus liberalidades abiertamente.
Ya en el siglo XII, en el año 1131, el rey
Alfonso VII otorgaba privilegios a los trabajadores de la catedral de Santiago:
"Ego Adefonsus Dei gratia Yspanie
Imperator... Facio testamentum cautationes ómnibus magistri et criationi
ecclesie Beati Jacobi, tam criationi operis quam et canonici, tam presentibus
quam futurus usque in sempiternum. Ita cauto eos, quod non eant in fossatum, nec donec fossadariam, neque
pectent pectum pro aliqua voce nisi pro suo forisfacto. Ita ego eorum cauto
domos et possessiones, quod maiordomus terre nec ullus alius homo pro aliqua
voce ibi non intret, neque eos pignoret nisi per manus sui magistri, et
magister det directum per eos, et habeant tale forum quale melius habuerunt
postquam opus ecclesie inceptum fuit..."166
Más de ciento cincuenta años después, estos
privilegios se habían afianzado, al extenderse los fueros municipales y las
ciudades libres, cuyos ciudadanos -convertidos en prósperos burgueses- habían
alcanzado la capacidad de adquirir este estado. Sancho IV, en 1282, confirmaba
el privilegio de los pedreros de Santiago:
"...Porque los maestros et los pedreros
et los raconeros de la obra de Santiago me dixieron que tienen privillegios del
Rey Don Fernando mío avuelo et de los otros Reys et confirmadas del Rei mío
padre commo deben ser amparados y defendidos. Et yo por esto et por muchos
servicios que fizieron al mío padre et a mí en fecho de la eglesia et en otras
obras, recébolos en mi guarda et mi defendimiento a elos et a lo suyo por o
quier que lo ayan, asy en la villa de Santiago como fuera de la villa. Et mando
et defiendo que nengún non sea osado de les querelar nin embargar sus raciones,
nin de les fazer mal nin fuerca, nin tuerto, nin de les pasar contra los
privillegios que les sean guardados daquí adelante así como lo fueron fasta
aquí. Et qualesquier que contra esto fuesen, a elos e a lo que ovieren me
tornaría por ello..."167
Estos privilegios e incipientes libertades
encontraron la resistencia de un modelo de sociedad que, basado en tres órdenes
-el de los religiosos, el de los caballeros y el de los labriegos- había regido
el contrato social del mundo feudal durante siglos. Los masones operativos -al
igual que muchos otros gremios, guildas y sociedades mercantiles- adoptaron
algunos de los rasgos particulares que aún hoy se perciben en la corporación
masónica. En su mayoría, nacieron de la necesidad de protegerse mutuamente,
guardar sus secretos y mantenerse unidos frente a la hostilidad de la
aristocracia y la autoridad eclesiástica que veía -no sin razón- que este proceso
dispararía una profunda transformación de la sociedad y de la distribución del
poder. La lucha de los burgueses, comerciantes y maestros de oficio por
mantener y ganar derechos, ha sido ampliamente debatida por los historiadores.
Sin embargo, en esta lucha encontramos las raíces verdaderas del enfrentamiento
entre las fuerzas seculares y las jerarquías eclesiásticas. Un enfrentamiento
temprano, contemporáneo a la aparición de los teóricos del Estado Laico,
cuestión que se inició en la Universidad de París, en el siglo XIV, con
Marcilio de Padua y Guillermo de Okham, franciscanos al igual que Ubertino Da Casale.
Contemporáneo a la aparición de Defensor Pacis
(1324) -la obra clave de Marcilio- el Concilio provincial de Aviñon (1326)
anatematizó a las "confraternidades" con un documento cuya lectura nos
recuerda inmediatamente a las posteriores bulas de excomunión contra la
francmasonería. El texto es tan elocuente que mueve a reflexionar sobre los
reales orígenes del conflicto Masonería - Iglesia.
"SOBRE LA SUPRESIÓN RADICAL DE LAS
SOCIEDADES, LIGAS Y CONJURACIONES, DESIGNADAS BAJO EL NOMBRE DE
COFRADÍAS."
"…Además, en algunos cantones de nuestras
provincias, hay gente, por lo general noble, a veces plebeya, que organiza
ligas, sociedades, coaliciones prohibidas, tanto por el derecho eclesiástico como
por el derecho civil; bajo el nombre de cofradías. Se reúnen una vez al año, en
algún lugar, para realizar sus conciliábulos y reuniones; al penetrar en el
recinto, se pronuncia un juramento por el cual deben defenderse entre si de
quienquiera que fuere excepto de sus Maestros, prestarse asistencia recíproca
en cualquier ocasión, darse consejos y apoyarse recíprocamente. A veces, luego
de vestirse con un uniforme, y empleando marcas y signos distintivos, eligen
entre ellos a un superior, al cual juran obedecer en todo; la justicia se ve
entonces perjudicada porque se cometen crímenes y robos;"
"Ya no hay paz ni seguridad; es la
opresión para inocentes y pobres, iglesias y gentes de Iglesia, que estos
individuos consideran, por supuesto, sus enemigos; sufren tanto en carne propia
como en sus bienes personales, en el ámbito de las leyes y los tribunales,
injusticias de todo tipo con miles de perjuicios."
"Como pretendemos oponernos de inmediato
a estas nefastas empresas y a estos intentos perniciosos, brindar un remedio
eficaz para esta situación y defender a nuestros fieles del pecado, según
corresponde a nuestras funciones pastorales, en virtud de la autoridad del
presente concilio, decretamos la nulidad, disolución y ruptura de todas las
agrupaciones, alianzas, sociedades, conjuraciones, denominadas fraternidades y
cofradías, fundadas por clérigos o laicos, sin importar su grado, dignidad,
estado o condición; de igual modo, declaramos nulos e inexistentes los pactos,
convenios, ordenamientos que celebren entre si. Decretamos que los juramentos
que deben cumplir los individuos mencionados son ilícitos, sin valor alguno,
nadie debe considerarse sujeto a su cumplimiento, bajo nuestra garantía quedan
liberados de ellos. Sin embargo, han de recibir de sus confesores una
penitencia para redimirlos de estos juramentos imprudentes y temerarios. En
virtud de la autoridad mencionada, les prohibimos, bajo pena de excomunión (en
la cual según nuestra voluntad los contraventores incurrirán ipso facto, cuando
el presente decreto se haya publicado dos domingos seguidos en la iglesia de su
parroquia), prohibimos de ahora en más que frecuenten dichas asambleas,
agrupaciones, y se sometan a dichos juramentos, organicen dicho tipo de cofradías, se sometan a tales Obediencias, se
presten ayuda y apoyo recíprocamente, vistan trajes que representen una
actividad desde ahora prohibida y se llamen entre si hermanos, priores, abates
de dicha Sociedad. Además, dentro de los diez días a partir de dicha
publicación, han de pedir individualmente a sus confesores (en la medida de lo
posible), que los libere de los mencionados juramentos, y que cada uno declare
públicamente que ya no quiere formar parte en el futuro de tales asociaciones.
Prohibimos este tipo de conjuraciones, conspiraciones, convenios, aún cuando no
se denominen cofradías. Por otra parte, decretamos la disolución y la nulidad
de facto de éstas, a partir del momento en que se las emprenda y sometemos a
aquellos que las emprenden a la sentencia de excomunión; sentencia que sólo
podrá derogar el Concilio provincial, salvo en artículo mortis. En esta
declaración, no tenemos la intención de reprobar las cofradías fundadas para
celebrar a Dios, a la bienaventurada Virgen María y a otros santos para ayudar
al pobre, cofradías en las que no se hacen pactos o juramentos de este
tipo."168
La similitud con las bulas antimasónicas es
elocuente. Los reyes no tardarían en sentir la misma inquietud que los clérigos
con respecto de las libertades y privilegios que habían ganado algunas corporaciones
y gremios. Muchos documentos dan cuenta del rigor con que algunos monarcas
convocaban y mantenían bajo su control a los maestros masones; al menos cuando
así lo exigían las necesidades de la corona. Ejemplo de ello son los decretos
de Eduardo III de Inglaterra, fechados en 1359 y 1361, por los cuales disponía
que jueces, síndicos y prefectos de todo el reino, procuraran la comparencia de
todos los maestros masones -con sus herramientas- en las obras del castillo de
Windsor, ordenándoles, a su vez "…detener y arrestar a todos los albañiles
que encuentren rebeldes o contrarios a tal propósito y a llevarlos al
mencionado castillo donde permanecerán en prisión…"169
Ya por entonces, se habían diferenciado las
figuras del "maestro de obra" y del superintendente o
"vigilante". En el caso del castillo de Windsor, son mencionados como
maestros de obra Roberto de Gloucester y William de Winford, mientras que
"…nuestro amadísimo William de Wykeham", es definido como "encargado
de la vigilancia de nuestra obra…". Wykeham, que no era arquitecto -pero
que actuaba "a modo de un elevado visitador e inspector" como diría
Beda, refiriéndose al rol de Adoniram- cumplía las funciones de capataz de la
obra, se encargaba de pagar los salarios y controlaba a los maestros masones.
Tomó las órdenes en 1362 y fue electo obispo de Winchester en 1366. Ricardo II
lo nombraría Canciller de Inglaterra en 1386.
En esa misma época, y justamente en
Inglaterra, se cree que fueron escritos los ya mencionados manuscritos
"Regio" y "Cooke", lo cual nos deja al menos una certeza:
hasta allí perduraba la herencia benedictina. Pese a la gran cantidad de información
proveniente de la actividad de las corporaciones de masones operativos, muchos
puntos permanecen oscuros con respecto al origen de algunos rituales y leyendas
que aparecen en la francmasonería especulativa de la primera mitad del siglo
XVIII.
2. Los Cinco Puntos de Perfección
En esa misma época se escriben documentos que
contienen alegorías y narraciones que luego conformarán la leyenda de Hiram Abi
y se incorporarán al ritual de exaltación al grado de "Maestro
Masón". El más importante es, sin dudas, el "Manuscrito Graham",
escrito en 1726, del cual podemos extraer algunos fragmentos significativos. El
primero contiene elementos que han sido asimilados a la ceremonia del tercer
grado:
"Sem, Cam y Jafet fueron a reunirse junto
a la tumba de su padre Noé para intentar
descubrir alguna cosa que les guiase hasta el poderoso secreto que detentaba
este famoso predicador. Espero que cada uno admitirá que todas las cosas
necesarias al nuevo mundo se encontraban en el arca con Noé."
"Estos tres hombres ya habían convenido
que si no encontraban el verdadero secreto, la primera cosa que descubriesen
ocuparía el lugar de ese secreto. Estaban completamente seguros, pues creían
firmemente que Dios podía -y también quería- revelar su voluntad, por la gracia
de su fe, de su plegaria y sumisión; de tal manera que lo que descubrieran se
mostraría tan eficaz para ellos como si hubieran recibido el secreto desde el
principio, de Dios en persona, de la fuente misma."
"Llegaron pues a la tumba y no
encontraron nada, salvo el cadáver casi totalmente corrompido. Cogieron un dedo
que se desprendía de nudillo en nudillo hasta la muñeca y el codo. Entonces,
levantaron el cuerpo y lo sostuvieron colocando pie contra a pie, rodilla
contra a rodilla, pecho contra pecho, mejilla contra mejilla y mano en la
espalda, y gritaron: ¡Ayúdanos, Oh Padre!, Como si hubieran dicho: Oh Padre del
cielo, ayúdanos ahora, porque nuestro padre terrestre no puede hacerlo;
Enseguida reposaron el cadáver, sin saber qué hacer. Uno de ellos dijo
entonces: ¡Todavía queda médula en este hueso!, y el segundo: ¡pero es un hueso
seco!, y el tercero: ¡hiede!..."
El segundo párrafo habla de la leyenda de
Betsaleel -hijo del mítico rey Alboine- sin lugar a dudas Bezaleel, el artífice
del Tabernáculo que, según hemos visto, aparece en el grado XXIV del R.E.A. y
A. y es el mismo personaje que Rabano Mauro vincula con Hiram Abi, en sus
comentarios al Libro de los Reyes:
"…Durante el reinado del rey Alboine nace
Betsaleel, quien fuera llamado así por Dios antes de ser concebido. Y este
santo hombre supo por inspiración que los títulos secretos y los atributos
principales de Dios eran protectores, y edifica apoyándose por completo en
ellos, de tal manera que ningún espíritu infernal y destructor osa destruir la
obra de sus manos. Tanto se hicieron sus obras famosas que los dos jóvenes
hermanos del rey Alboine, ya nombrado, quisieron ser instruidos por Betsaleel
debido a su noble manera de construir. Betsaleel consiente con la condición de
que no la revelen sin que alguien esté con ellos para componer una triple voz.
De esta manera se comprometieron por juramento y Betsaleel les enseña las
partes teórica y práctica de la masonería; y ellos así lo hicieron. Entonces
los salarios de los masones aumentaron en este reino y hubo masones entre los
reyes y los príncipes. Sin embargo, Betsaleel sintiendo próxima su muerte,
quiso ser enterrado en el valle de Josafat y que fuese grabado un epitafio
según su mérito, lo cual fue cumplido por estos dos príncipes. Esto es lo que
se grabó: Yace aquí la flor de la masonería, superior a muchos otros, compañero
de un rey y hermano de dos príncipes. Yace aquí el corazón que supo guardar
todos los secretos, la lengua que nunca los reveló…"
El tercer párrafo que hemos seleccionado
introduce en el texto a Hiram Abi, el hijo de la viuda:
…A estas alturas espero que todo el mundo
tendrá por seguro que ninguna de las cosas necesarias para llevar a buen fin
esta santa construcción fue negada al sabio rey [Salomón]. En caso contrario
deberíamos acusar a Dios de injusticia, cosa que no osaría hacer ningún débil
mortal."
"…Dicho esto, leemos en el Primer Libro
de los Reyes, capítulo 7, versículo 13, que Salomón envía a buscar a Hiram de
Tiro. Este era hijo de una viuda de la tribu de Neftalí y su padre era un Tirio
que trabajaba el bronce. Hiram estaba lleno de sabiduría y habilidad para
realizar toda clase de obras de bronce. Permanece junto al rey Salomón y le
consagra todo su trabajo. La explicación de estos versículos es la siguiente:
la palabra habilidad significa ingeniosidad, pues cuando la sabiduría y la
inteligencia están unidas en una misma persona a ésta nada le falta. Así, por
el presente pasaje de la Escritura, se deduce que este hijo de viuda, cuyo
nombre era Hiram, había recibido una inspiración divina, lo mismo que el rey
Salomón y también el santo Betsaleel."
La última parte de este documento se refiere a
los denominados "cinco puntos de perfección". Más allá de la claridad
del texto -que no necesita de comentarios- sabemos, gracias al "Manual de
Villar de Honecourt" (Folio 35), que estos modos de reconocimiento eran
perfectamente conocidos por los masones operativos del siglo XIII. Veamos el
texto:
"…Cuando todo se terminó, los secretos de
la Franc-Masonería fueron puestos a buen recaudo, como lo son ahora y lo serán
hasta el fin del mundo, por aquellos que los comprenden verdaderamente; en tres
partes por referencia a la Santa Trinidad que hizo todas las cosas, después en
trece subdivisiones que evocan al Cristo y sus doce apóstoles, que son como
siguen: una palabra para un teólogo, seis para el clero y seis para el
compañero del oficio; después en pleno y total acuerdo con esto, siguen los
cinco puntos de los compañeros franc-masones, que son: pie contra pie, rodilla
contra rodilla, pecho contra pecho, mejilla contra mejilla, y mano en la
espalda. Estos cinco puntos hacen referencia a los cinco principales signos,
que son: la cabeza, el pie, el cuerpo, la mano y el corazón; y también a los
cinco puntos de arquitectura; igualmente a los cinco órdenes de masonería.
Estos puntos sacan su fuerza de cinco orígenes, uno divino y cuatro temporales,
que son los siguientes: en primer lugar el Cristo, la cabeza y la piedra
angular, en segundo lugar Pedro, llamado Cefas, en tercer lugar Moisés, que
graba los mandamientos, en cuarto lugar Betsaleel, el mejor de los masones y en
quinto lugar Hiram, que estaba lleno de sabiduría y de inteligencia…"
3. Los Rituales de Muerte y Renacimiento
Existe un profundo vínculo entre la ceremonia
de exaltación al grado de maestro masón, y la profesión de votos que realiza el
monje benedictino en la última etapa de su ordenación, cuyo origen es mucho más
antiguo. En ambas ceremonias el candidato muere, para luego renacer en una
condición diferente, superior. Resulta interesante remarcar que esto se lleva a
cabo en la última etapa de la "iniciación". En el caso de la
masonería, la exaltación tiene lugar luego de que el candidato ha atravesado la
condición de aprendiz, y la de compañero. En la Orden de San Benito, el profeso
fue previamente aspirante, postulante y novicio.
La similitud entre ambos ritos ha sido
ampliamente investigada por escritores masones, en particular belgas y
alemanes. El Gran Maestre belga Goblet D' Alviella, por ejemplo, señala que la
"profesión de votos" -como se llama a la iniciación de los novicios,
especialmente en la orden de los benedictinos- implica una muerte y una
resurrección simuladas.170 Según el
ritual -que continuaba aun en vigor a fines del siglo XIX- el novicio se tendía
en el suelo frente al altar, bajo una mortaja, entre cuatro cirios, y se leía
el oficio de los difuntos. La asistencia entonaba el Miserere; luego, el
candidato se incorporaba, daba a cada uno el beso de la paz y tomaba la
comunión de manos del abad. A partir de ese día adoptaba otro nombre, que
conservaría hasta su lecho de muerte. El profeso benedictino -al igual que el maestro
masón- nace a una nueva vida. Aún en la actualidad, aquel monje que solicita
sus votos solemnes, recibe como signo de su profesión la investidura de la
cogulla, como testimonio de su entrega total a Cristo y su muerte al mundo.
Por otra parte, August Pauls, Soberano Gran
Comendador del Supremo Consejo Grado 33 de Alemania dice al respecto:
"Muchas veces se ha afirmado que la
Leyenda de Hiram nació del ceremonial del profeso benedictino, sea que la idea
de fondo provenga de la consagración de monjes de esa Orden Católica o del
ritual de iniciación de otra orden católica, de monjes o seculares, que tenía
ese ceremonial Benedictino…"
"Tal como en la Orden Benedictina el
neoprofeso representa en cierto grado a Cristo, así simboliza en su exaltación
el Compañero a Hiram, considerado como el masón más perfecto de la tierra.
Ambos son tratados en cripta mística, y también en un ataúd, como muertos, en
algunos sistemas masónicos y en algunas órdenes católicas."
"Los dos viven su resurrección simbólica,
el neoprofeso por mandato del Diácono y el francmasón por el Venerable Maestro
mediante el toque y la Palabra del Maestro. Pero el contenido y sentido de las
dos ceremonias muestran ya una diferencia básica. Mientras que el neoprofeso
adopta él mismo, en señal de obediencia, la posición del muerto, el candidato
en el Grado de Maestro sufre el destino, no según la Biblia, sino que según la
Leyenda del Maestro Hiram, asesinado por tres compañeros pérfidos y es, como
él, la víctima del cumplimiento del deber y del secreto…"
Pauls marca, sin embargo, algunas diferencias
importantes: "…En el profeso está ausente la vestimenta de cuero de
nuestro Tercer Grado (Mandil) y el florecimiento de una planta (Acacia), tal
como ya lo sabemos por los antiguos Misterios. Aunque se explique el uso del
Mandil como continuación de los dos grados precedentes, es altamente
inverosímil presumir que se haya alterado tanto la creación de la Leyenda de
Hiram como el contenido y sentido de la profesión Benedictina ; mientras en la primera se convierte simbólicamente al
candidato en la víctima de un crimen a causa del cumplimiento de su deber, el
neoprofeso benedictino se somete voluntariamente en señal de
obediencia…".171
Existe una importante literatura masónica, en
especial alemana, en la que se ha comparado la profesión de votos entre los
benedictinos -según los antiguos rituales de su orden- y la consagración de
maestros en la nuestra. Marcial Ruiz investigó esta cuestión basándose en
trabajos y testimonios de masones alemanes, y volcó sus resultados en el "Libro del Maestro Masón" editado por la Gran Logia de la
Argentina, en 1982, QUE FUERA OPORTUNAMENTE SACADO DE CIRCULACIÓN HACE ALGUNOS AÑOS.
Allí afirma que escritores como Findel en su
"Historia de la Francmasonería" y Karl Bayer, ven a los rituales
benedictinos como una fuente francmasónica. Menciona también a tres hermanos de
la Gran Logia Nacional [ "Los Tres Globos", de Berlín] a los que le
atribuye el mérito de haber dilucidado la cuestión: Johann Heinrich
Sonnekalb172, quien describe el ritual benedictino en su obra sobre el grado de
maestro; Kingelhoefer, por su tratado sobre "La consagración de monjes
entre los benedictinos y la consagración de maestros en nuestra Orden",
publicado en 1931 y basado en obras impresas de la Orden Benedictina;173 y en especial, los trabajos de Edwin
Rousselle, publicados bajo el título "Sobre el Rito de Profesos
Benedictinos".174 Rousselle integró el "Circulo de Eranos", al
que pertenecieron figuras fundamentales de la filosofía, el estudio de las
religiones, la hermenéutica y el simbolismo, entre los que se destacaron Henry
Corbin, Mircea Eliade, y Carl Gustav Jung. En el trabajo mencionado, describe
que -en oportunidad de hospedarse en el Convento de Beurón, en 1919- pudo tomar
notas de un antiguo ritual de 1868, vigente hasta 1914, y que, a su vez, se
basaba en otros más antiguos. En términos generales, este ritual coincidía con
las descripciones realizadas por Goblet D'Alviella.
165. Gervasio de Canterbury, "Incipit
tractatus de combustione et reparatione Cantuariensis ecclesie" en
Manzi/Corti, pp. 86-94.
166. "Privilegio de Alfonso VII a los
trabajadores de la catedral de Santiago, 1131". López Ferreiro,
"Historia de la santa iglesia catedral de Santiago", IV. Apéndice 6,
p. 1617. En Pérez, Juan Beneyto, "Textos políticos españoles de la Baja Edad
Media" (Madrid, Instituto de Estudios Políticos, 1946) p. 105.
167. López Ferreiro, "Fueros municipales
de Santiago y su tierra" 2, 80-81; En Pérez, Juan Beneyto, Ob. cit. p.
106.
168. Extracto del Decreto Nº 37 del Concilio
de Aviñon; 18 de junio de 1326 (Tomo 25 de la nueva e importante compilación de
los Sagrados Concilios).
169. Knoop, D. y Jones, G., "The Medieval Mason" (Londres,
1933) pp. 244-245.
170. Goblet D'Alviella, Ob. cit. p. 57.
171. Pauls, August; "Nacimiento,
desarrollo y significado del Grado de Maestro." (Santiago de Chile,
Cuadernos Simbólicos de la Gran Logia de Chile, Vol. I,) pp. 26 y 27. (Gentileza de Nelson Morales Barrientos).
172. Sonnekalb -que es considerado como uno de
los eruditos de la prehistoria de la Francmasonería- no dudaba en afirmar que
el origen de la institución debía buscarse en las asociaciones de picapedreros
de la época de la construcción de las catedrales.
173. "Cuadernos para los Maestros de San
Juan" (Zirkelkorrespondenz, Alemania, 1931).
174. Ibid.