viernes, 30 de septiembre de 2016

La Iniciación Masónica y los embates de la posmodernidad

Con cada vez mayor frecuencia, desde sectores ideologizados de la Orden, fuertemente anclados en corrientes ultra racionalistas que rayan en el fundamentalismo, se escuchan voces que pretenden reducir la Iniciación Masónica a una suerte de pieza de museo, una excentricidad que habría que revisar. Desguazan las ceremonias, las "agiornan", les quitan elementos tradicionales fundamentales, en fin, las vulgarizan. El sabido que muchas Obediencias han quitado esta condición iniciática de sus Estatutos, y nada hace pensar en que esta tendencia cambie en algunos países latinoamericanos. Por eso, es imperativo esclarecer a las nuevas generaciones de HH. respecto de esta desviación, que sólo puede presagiar una mayor profanidad al interior de nuestros templos. 

La Masonería: Una Escuela Iniciática 

Dentro del amplio campo de las sociedades secretas existe una categoría que se distingue del resto por su propio peso. Son justamente las que tienen carácter iniciático. A estas se las denomina genéricamente como Ordenes Iniciáticas, pues la característica común es la incorporación a través de una ceremonia ritual denominada, precisamente Iniciación. 

La iniciación, tal como se concibe en estas órdenes, es una línea divisoria que marca dos dimensiones muy diferentes de conocimiento; pero, fundamentalmente, dos dimensiones diferentes de responsabilidades. Todo aquello que en la vida implica un profundo cambio en esta dimensión de la responsabilidad, necesita de un rito. Pues bien, nuestra cultura descansa sobre las profundas raíces psicológicas de estos ritos. Y todos ellos responden a fuentes ancestrales y se convierten en las herramientas más adecuadas para la transformación del individuo.  

La Masonería es, entonces, una Escuela Iniciática. ¿Qué significa esto? Significa que se ingresa a ella mediante una Iniciación que otorga al iniciado un lenguaje especial y que este juramenta guardar y poner a cubierto de cualquier persona no iniciada o de menor grado.




El Lenguaje Simbólico 

Ese lenguaje son los símbolos. Los francmasones se sirven de los símbolos a modo de figuras alegóricas para transmitir conocimientos y asegurar la continuidad de sus enseñanzas. 

Pero los masones agregaron a la simbología un conjunto de leyendas. Incorporaron a su iconografía la de las Órdenes más poderosas de la historia. De cada una tomaron su médula y reclasificaron el resumen del modelo humano.  

Desde tiempos lejanos, cuyo origen no ha sido jamás precisado, la masonería desarrolló un lenguaje simbólico. La mayoría de los símbolos que conforman este lenguaje provienen de la arquitectura sagrada. Se difundieron a lo largo de Europa durante la Edad Media junto con la actividad de los constructores de grandes catedrales y abadías. Es común encontrar en la iconografía medieval imágenes de Dios sosteniendo en sus manos los instrumentos del Arte –generalmente un compás con los que traza los planos de la creación del mundo. La arquitectura se consideraba, por lo tanto, como una continuación terrestre del poder divino. Quien erigía un templo desarrollaba un oficio vinculado con el propio Creador. 

Sin embargo, muchos de estos símbolos aparecen en épocas aun más remotas, desde las ruinas de Pompeya hasta los confines del Mediterráneo Oriental. La relación del símbolo con la masonería es tan estrecha que cualquier masón, medianamente instruido, sería capaz de encontrar las huellas de sus hermanos en cualquier ámbito en que estos se hayan desempeñado. 
Aunque resulte sorprendente para la mentalidad moderna, durante siglos, tal vez milenios, diferentes linajes de iniciados preservaron un importante caudal de conocimiento, trasmitiéndolo de maestros a aprendices.   

El Secreto Masónico 

Pero hay algo más complejo aún: Los masones –y antes de ellos otras sociedades secretas del mismo tenor han tenido la vocación de construir futuros posibles. ¿Cómo lo hacen? Capaces de comprender la naturaleza profunda del fenómeno humano, trabajan para generar las condiciones y cambiar el curso de los acontecimientos. Indagadores natos, entienden el idioma de los signos, las piedras talladas, los relatos fantásticos, los mitos universales y los libros sagrados. Captan en ellos un mensaje que permanece mudo para quien no lo comprende. Los masones no son sólo protagonistas de la historia; la construyen. 

Por lo tanto, cuando un profano9 piensa que los masones se reúnen en secreto, poseen conocimientos ocultos que guardan celosamente y que urden conspiraciones, está en lo correcto. La cuestión radica en qué tipo de conspiración realizan los masones. Tejer las bases de futuros posibles es de por sí una gran conspiración. 

Este concepto puede resultar curioso, y hasta complejo. Pero es real; los masones aprenden a pararse en un futuro al que quiere llegar. Desde allí pueden ver cuáles condiciones debieran generarse para alcanzarlo. La masonería que triunfa es la que ve al mundo desde el futuro, y lo crea. De igual modo misterioso puede dejar trazado el plan en un lenguaje simbólico que otros masones podrán interpretar y ejecutar. 

El secreto masónico no está en los signos, ni en los toques, ni en las palabras sino en esa capacidad de hacer quelas cosas se vuelvan comprensibles,resumidas en su símbolo más potente: La Luz. Donde otros solo ven piedras el masón ve una historia: Donde la mayoría escucha una historia el masón decodifica una clave que explica la historia.  


No es posible comprender los acontecimientos del mundo moderno sin ella; del mismo modo que no puede comprenderse el mundo antiguo sin las Escuelas de Misterios, ni la Edad Media sin la leyenda del Grial y la Orden de la Caballería. La francmasonería emerge ante los ojos del historiador apenas se rasga la superficie de los hechos. Permanece impermeable a los curiosos y sólo se revela ante el que descubre que los acontecimientos históricos no son el fruto azaroso de un destino posible sino la consecuencia de un esfuerzo que intenta dirigir su curso.


Nueva edición de "La Masonería y sus orígenes cristianos"

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