jueves, 29 de marzo de 2012

El Principio de Autoridad en el Régimen Escocés Rectificado


NO ES EL PRINCIPIO DE AUTORIDAD
SINO EL FIN DE LA AUTORIDAD


A tenor de la acogida que ha tenido la reciente publicación de un trabajo del M.·.R.·.H.·. Ferrán Juste, Gran Canciller del Gran Priorato de Hispania, con la debida licencia publicamos ahora el extracto de una segunda plancha de su autoría, en este caso dedicada a establecer de qué hablamos cuando mencionamos el Principio de Autoridad en el Régimen Escocés Rectificado. Este trabajo -escrito como consecuencia de la confusión reinante entre los conceptos de poder y autoridad- permite percibir de manera clara el carácter jerárquico, aristocrático y piramidal del R.E.R. en contraposición con la masonería liberal. 



Escribo por recomendación de nuestro G.·.M.·. / G.·.P.·., y en mi condición de Gran Canciller/ Gran Secretario Por ese motivo y dado que la presente tiene vocación de ser difundida en otros talleres del Gran Priorato, su redactado es en castellano...

...Como ya se ha repetido en muchas ocasiones, en el Régimen Escocés Rectificado, la Autoridad (por favor, no caigamos en el infantilismo de llamarla “el Poder”) dimana directamente de Dios, por lo que su estructura jerárquica, aristocrática y piramidal permite que esa autoridad descienda desde el Gran Maestro/Gran Prior hasta los Aprendices, pasando por todos los estamentos intermedios, que, al igual que el mismo GM.·./G.·.P.·. la ejercen por delegación de la Única Fuente que es el fin para siempre.

Pero ¿qué otorga al  G.·.M.·. / G.·.P.·. la cualidad necesaria para ser repositorio de esa autoridad dimanante de Dios?

En una Obediencia Rectificada que funcione como se espera que debe hacerlo (por ejemplo, la nuestra), de una forma análoga a como funciona una abadía benedictina, se consideraría que el “superior”, que no deja de ser un padre (“abbas” significa exactamente eso) debería acumular en su persona una serie de aspectos, factores o cualidades que lo hacen idóneo para ejercer su magisterio sobre todos sus discípulos, aprendices o pupilos.

Básicamente son:

  • Una antigüedad, una veteranía que le permita acumular sobradamente experiencia de la vida, experiencia en el conocimiento del alma humana y experiencia en el funcionamiento y objeto de la Orden. La madurez mental, emocional y vital facultan a quien las disfruta para acceder a un grado de sabiduría que permite comprender por encima (o, mejor, en vez ) de juzgar.

  • Un alto grado de Conocimiento. Obviamente no se trata de tener una simple erudición o acumulación de datos, sino que hablamos de una verdadera sabiduría, fruto de una eficaz, madura y reposada interrelación de esos datos, y de una auténtica comunión con ellos. Difícilmente podría iniciar quien no fuese un verdadero iniciado. Y para ello debe trascender el conocimiento epidérmico para interiorizarlo, hacerlo suyo, identificarlo (Daniel Baremboim no “sabe” música; “es” la música).

Ello hace del “Superior” un verdadero Maestro y no un simple “profesor”. Es en este sentido que distingo el oficio del profesor de la cualidad de Maestro ya que el Maestro hace del conocimiento algo personalizado y tan identitario que se vive en el alma.

De esta forma, la enseñanza del Maestro no es la lección de un profesor (funcionario), porque un Maestro ama lo que transmite como un acto de amor hacia el conocimiento en sí mismo y hacia el discípulo, potencial (o futura) encarnación de la cadena de transmisión iniciática y potencial (o futura) encarnación del conocimiento mismo.

Un verdadero Maestro debe conducir, inducir y seducir al discípulo.

Debe hacer que se enamore de saber.

Eso hace que el verdadero Maestro sea una suerte de combinación entre padre, artista y sacerdote y el hecho mismo de la enseñanza del saber sagrado sea mucho más que una simple docencia "técnica", sino que sea una verdadera comunión.

  • La Confianza: Primero, obviamente, por su absoluta Honorabilidad y la indubitabilidad de su capacidad de compromiso. Por su lealtad inquebrantable a la Fe Cristiana, a la Orden que representa y a los Hermanos que tutela. Debe generar una credibilidad interactiva entre todos los Hermanos.

Igualmente, la confianza es la antesala del respeto, de la misma manera que la desconfianza es la madre del miedo (la forma perversa del respeto).

Y la confianza y el respeto tienen que ir juntos. Si así fuera, nunca serian necesarios los juicios.

Aristóteles lo explicaba muy bien cuando desarrolló la teoría de los silogismos, y hablaba de la vías inductiva y deductiva:

“Existen unos silogismos en los que comparamos una premisa particular con otra, previa, general:
Particular: Fulano ha robado una gallina
General: El que roba gallinas es un ladrón
La Conclusión (Fulano es un ladrón, a la cárcel con él), se llama juicio.
En otros silogismos, contemplamos una premisa particular; y otra ; y otra…
Fulano ha robado una gallina
Zutano ha robado una gallina
Mengano ha robado otra gallina….
La “Conclusión” nos dice algo así como “Cuanta gente pasa hambre…”; y se llama “comprensión”.

Aristóteles dijo que la vía del juicio y la de la comprensión son imposibles de desarrollar simultáneamente por la mente humana, que no está facultada para ello: no se puede juzgar y ser comprensivo a la vez, porque el desarrollo de los silogismos respectivos va en direcciones opuestas: Del general al particular o del particular al general.

Por ello es imposible humanamente confiar en quien nos juzga. Los humanos estamos programados únicamente para confiar en quien nos comprenda.

De aquí la idoneidad de un “Superior” comprensivo, ya que es mucho más que simplemente “bondadoso”. Es un “padre” que está retroalimentando la confianza interactiva y el respeto por lo que representa.
(Desgraciadamente estamos muy acostumbrados a una sociedad en la que, según que “autoridades” inspiran mucho miedo pero muy poco respeto.)

  • Capacidad de entrega: Autoridad no es “poder”; es servicio, dedicación y consagración. Autoridad deriva de autor, el que realiza, el que hace. Es activo y proactivo como transmisor del conocimiento y de la Iniciación, siendo el receptor del conocimiento, de la sabiduría y da la iniciación, sujeto pasivo de la transmisión del bagaje iniciático.

Es obvio pues que la autoridad que se ejerce en el seno del R.E.R., no puede ni debe ser jamás entendida como autoritarismo, ya que si debiera ser sinónimo de algo seria de servicio: a Dios, a la Orden, a los Hermanos. Y por ende, a una Humanidad cada día más descreída, más desorientada y más caída.

Estos son los justos atributos de la Autoridad ejercida por delegación divina por la aristocracia caballeresca en el seno del RER.

Todo esto, V.M., creo humildemente que nada tiene que ver con una imagen profana, estereotipada y formal de eso que se da en llamar el Principio de Autoridad; en el RER la Autoridad, si tiene un principio, es Dios. Lo que seguro que tiene es un fin: servir.
Jesucristo dijo: “Hágase tu voluntad”.

Nosotros decimos: “Non nobis, Dómini, non nobis. Sed, Nomini Tuo da gloriam.”
 
He dicho.


Ferran Juste,
Gran Canciller/Gran Secretario. 

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