Dentro
del amplio campo de las sociedades secretas existe una categoría que se
distingue del resto por su propio peso. Son justamente las que tienen carácter
iniciático. A estas se las denomina genéricamente como Ordenes Iniciáticas,
pues la característica común es la incorporación a través de una ceremonia ritual
denominada, precisamente Iniciación.
La
iniciación, tal como se concibe en estas órdenes, es una línea divisoria que
marca dos dimensiones muy diferentes de conocimiento; pero, fundamentalmente,
dos dimensiones diferentes de responsabilidades. Todo aquello que en la vida
implica un profundo cambio en esta dimensión de la responsabilidad, necesita de un
rito. Pues bien, nuestra cultura descansa sobre las profundas raíces
psicológicas de estos ritos. Y todos ellos responden a fuentes ancestrales y se
convierten en las herramientas más adecuadas para la transformación del
individuo.
El Lenguaje
Simbólico
Ese
lenguaje son los símbolos. Los francmasones se sirven de los símbolos a modo de
figuras alegóricas para transmitir conocimientos y asegurar la continuidad de
sus enseñanzas.
Pero
los masones agregaron a la simbología un conjunto de leyendas. Incorporaron a
su iconografía la de las Órdenes más poderosas de la historia. De cada una
tomaron su médula y reclasificaron el resumen del modelo humano.
Desde
tiempos lejanos, cuyo origen no ha sido jamás precisado, la masonería
desarrolló un lenguaje simbólico. La mayoría de los símbolos que conforman este
lenguaje provienen de la arquitectura sagrada. Se difundieron a lo largo de
Europa durante la Edad
Media junto con la actividad de los constructores de
grandes catedrales y abadías. Es común encontrar en la iconografía medieval
imágenes de Dios sosteniendo en sus manos los instrumentos del Arte
–generalmente un compás– con los que traza
los planos de la creación del mundo. La arquitectura se consideraba, por lo
tanto, como una continuación terrestre del poder divino. Quien erigía un templo
desarrollaba un oficio vinculado con el propio Creador.
Sin
embargo, muchos de estos símbolos aparecen en épocas aun más remotas, desde las
ruinas de Pompeya hasta los confines del Mediterráneo Oriental. La relación del
símbolo con la masonería es tan estrecha que cualquier masón, medianamente
instruido, sería capaz de
encontrar las huellas de sus hermanos en cualquier ámbito en que estos se hayan
desempeñado.
Aunque
resulte sorprendente para la mentalidad moderna, durante siglos, tal
vez milenios, diferentes linajes de iniciados preservaron un
importante caudal de conocimiento, trasmitiéndolo de maestros a aprendices.
El
Secreto Masónico
Pero
hay algo más complejo aún: Los masones –y antes de ellos otras sociedades
secretas del mismo tenor– han tenido la
vocación de construir futuros posibles. ¿Cómo lo hacen? Capaces de comprender
la naturaleza profunda del fenómeno humano, trabajan para generar las
condiciones y cambiar el curso de los acontecimientos. Indagadores natos,
entienden el idioma de los signos, las piedras talladas, los relatos fantásticos, los
mitos universales y los libros sagrados. Captan en ellos un mensaje que
permanece mudo para quien no lo comprende. Los
masones no son sólo protagonistas de la historia; la construyen.
Por
lo tanto, cuando un profano9 piensa que los
masones se reúnen en secreto, poseen conocimientos ocultos que guardan
celosamente y que urden conspiraciones, está en lo
correcto. La cuestión radica en qué tipo de conspiración realizan los masones.
Tejer las bases de futuros posibles es de por sí una gran conspiración.
Este
concepto puede resultar curioso, y hasta complejo. Pero es real; los masones aprenden a pararse en un futuro al que quiere llegar.
Desde allí pueden ver cuáles
condiciones debieran generarse para alcanzarlo. La masonería que triunfa es la
que ve al mundo desde el futuro, y lo crea. De igual modo misterioso puede
dejar trazado el plan en un lenguaje simbólico que otros masones podrán
interpretar y ejecutar.
El
secreto masónico no está en los signos, ni en los toques, ni en las palabras
sino en esa capacidad de hacer que las cosas se vuelvan comprensibles, resumidas en su símbolo más potente: La Luz. Donde otros solo
ven piedras el masón ve una historia: Donde la mayoría escucha una historia el masón
decodifica una clave que explica la historia.
No
es posible comprender los acontecimientos del mundo moderno sin ella; del mismo
modo que no puede comprenderse el mundo antiguo sin las Escuelas de Misterios,
ni la Edad Media
sin la leyenda del Grial y la
Orden de la
Caballería. La francmasonería emerge ante los ojos del
historiador apenas se rasga la superficie de los hechos. Permanece
impermeable a los curiosos y sólo se revela ante el que descubre que los
acontecimientos históricos no son el fruto azaroso de un destino posible sino
la consecuencia de un esfuerzo que intenta
dirigir su curso.
QH soy Ricardo Sarubbi Cufre MM de la MRL Paideia Nro 500. Concuerdo en un todo con un hermoso artículo y te solicitó respetuosamente hacer un extracto del mismo y leerlo en nuestro próximo encuentro del Río que se desarrollará en San Nicolás en el Hotel Colonial cómo todos los años y al cual concurren HH de varios otros talleres. Un TAF, Richard
ResponderEliminarQuerido Hermano Ricardo, puedes disponer libremente de este artículo. Fraternal abrazo
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