Que las costumbres castas y severas sean tus compañeras inseparables, y te vuelvan
respetable a los ojos de los profanos; que tu alma sea pura, recta, veraz y humilde
Regla Rectificada, Art. VII
Como toda institución humana, la francmasonería
es un organismo vivo. Sus filas se nutren de individuos a los que llamamos
profanos (que significa que están a las puertas del templo, pero todavía no dentro)
a quienes, mediante un rito de pasaje,
llamado Iniciación, convertimos en masones, en iniciados. Desde épocas remotas se ha
discutido acerca de las virtudes que deben decorar a un profano que llama a las
puertas de nuestros Templos; es un tema de debate. Sin embargo, a nadie escapa
que el verdadero -y único- poder real de una Obediencia Masónica radica en la calidad de
sus iniciados.
En la medida en que las distintas masonerías han
vuelto más flexibles sus condiciones para el ingreso de profanos, las mismas
se han profanizado; es decir, en vez de insuflar en los nuevos miembros el
espíritu masónico, se ha permitido que el espíritu de la profanidad ingrese en
las logias. ¿Qué condiciones debe reunir un candidato a la iniciación masónica?
Este artículo, que acaba de publicarse en la página web del Gran priorato de
Hispania, intenta responder a esta pregunta, pero llevándola a un margen aún
más estrecho. ¿Qué condiciones debe reunir un profano que pretende ingresar en
una logia del Régimen Escocés Rectificado? Lejos de ser nuevo, este tema de
debate se remonta al siglo XVIII.
En 1782, en la ciudad de
Wilhelmsbad, tuvo lugar uno de los Conventos masónicos más famosos de la
historia. En aquella ciudad alemana, los masones reformistas de Willermoz y los
neotemplarios de la Orden de la Estricta Observancia, liderados por el duque
Ferdinand de Brunswick, crearon las bases del Régimen Escocés Rectificado, con
el que pretendían reconducir a la masonería a las vías de una iniciación en
sintonía con los orígenes de la Antigua Orden. Esta masonería, vigente en el
mundo como fiel testigo y depositaria del legado de Willermoz y de Brunswick,
tiene una idea precisa de qué se espera de un candidato, de un profano que
llama a las puertas del Templo. Este es el tema sobre el que conversan, en el
claustro, dos masones Rectificados en tanto cae la tarde; conversación de la
que somos testigos en esta segunda entrega publicada en la página web del GranPriorato de Hispania.
CONVERSACIONES EN EL CLAUSTRO
II
Querido
Hermano, en nuestra anterior conversación, hablando de los valores del caballero,
tú me decías que ya no dirime en justas y
torneos, que su lucha ya no se lleva a cabo con la espada, pero que tiene en su
poder herramientas como la palabra, la pluma la convicción. Me has dicho
que la lucha eterna a la que está llamado
el caballero es entre el bien y el mal. Pero también me has advertido de
aquel que puede convertirse en un mal caballero. Esto me lleva a preguntarte
sobre un tema complejo: ¿Qué tipo de hombre es aquel que puede penetrar en
nuestros misterios? ¿acaso basta con que sea un “hombre libre y de buenas
costumbres”? ¿Qué esperamos de quien ha de golpear a las puertas de nuestras
logias?
Una
precisión de antemano: no se puede entrar en la Orden Rectificada directamente como
caballero; hay que pasar primero por nuestra Clase Simbólica, es decir, hay que
ser primero masón Rectificado para poder aspirar a entrar en la Orden Interior
de Caballería. La Orden Interior se nutre únicamente de los Maestros Escoceses
de San Andrés, sin que ello quiera decir que todos los M.E.S.A. tengan que
llegar a ser merecedores de ser armados Caballeros y acceder así a terminar la
Vía Iniciática que la Orden Rectificada propone. Un error común en el ámbito
del R.E.R. ha sido creer que por el hecho de haber entrado en la Orden
Rectificada se adquiere el derecho de ser armado Caballero: craso error, del
que la experiencia nos ha mostrado sus funestas consecuencias. Inclusive, una
vez se accede a la Orden Interior del Régimen Escocés Rectificado, no se accede
directamente a la calidad de Caballero Bienhechor de la Ciudad Santa, sino que
hay que pasar por una etapa intermedia como Escudero Novicio, que en realidad
es una especie de meritoriaje en que el interesado ha de demostrar ante
aquellos que han de autorizar su avance, que reúne las condiciones para ser
armado. Si finalmente no es declarado apto o abandona ésta etapa, vuelve a su
condición de M.E.S.A. (como así disponen nuestros Códigos fundacionales) sin
tener derecho alguno a reclamar absolutamente nada y pudiéndose cerrar toda
opción futura de promoción o acceso, quedándose como Maestro Escocés.
Por
otra parte, ésta Orden Interior de Caballería es una peculiaridad de la Reforma
de Lyon que dio lugar al Régimen Escocés Rectificado, peculiaridad única y no
existente en el R.E.A.A., en el Rito Francés ni en ningún otro sistema masónico
(donde el tema de la caballería es tocado muy de refilón), inclusive, ni en la
masonería inglesa donde los Knight Templar y la Orden de Malta masónica,
resultan un añadido que ellos denominan “grados colaterales” (y que tratan de
imbricar como pueden, reclutando sus candidatos en el Royal Arch u Arco Real y
los Maestros Masones de Marca) sin estar integrado en una metodología
iniciática propia como sucede en el Régimen Escocés Rectificado. Siguiendo en
la línea de ésta misma peculiaridad, la Orden Rectificada es gobernada por los
Caballeros, y aun así, no por todos ya que solamente los Caballeros Grandes
Capitulares tienen derecho a ello, de tal modo, que a diferencia de lo que
sucede en la masonería convencional, que considera la Logia como la base de la
Obediencia (es habitual oír: “la logia es soberana”) en nuestro caso, la Logia
obtiene su autoridad por delegación de la Orden Interior, residiendo la
autoridad en la cúpula y no en la base, ya que partimos del principio de que
“toda Autoridad viene de Arriba”, que como cristianos entendemos que viene de
Dios que es la Autoridad suprema, siendo toda autoridad humana o terrena,
simplemente un débil y pálido reflejo de la misma.
De
lo dicho hasta aquí, puede deducirse que no cualquiera puede participar de
nuestros Trabajos. Esa noción de “hombre libre y de buenas costumbres” propio
de la masonería universalista y que deja entrever que cualquiera puede ser
masón no tiene sentido entre nosotros. Evidentemente que todo candidato a
ingresar ha de ser un “hombre libre y de buenas costumbres” pero no solamente
esto –que también, pero en otro sentido que trataré de explicar a continuación-
sino que como condición sine quanon,
ha de ser cristiano –y aquí añadiría lo que se dice en uno de nuestros
rituales: o dispuesto a llegar a serlo de
buena fe- para poder optar a ello. Esta condición de “cristiano”
imprescindible para poder entrar, tiene su explicación porque toda la doctrina
y enseñanzas que va a recibir el impetrante a lo largo de su paso por el
Régimen Escocés Rectificado y sus distintos grados y clases, estará basada en
la tradición cristiana, de tal modo, que sin el conocimiento y formación previa
en los rudimentos cristianos que haya podido obtener anteriormente, no podría
entender todas las enseñanzas de la simbología y emblemas que la Orden pueda
presentarle. Por poner un ejemplo: nadie puede llegar a leer o escribir si
antes no conoce el abecedario, o difícilmente nadie llega a multiplicar o
dividir si antes no ha aprendido a sumar y restar.
Así
pues, sin el conocimiento previo que procura una formación cristiana nadie
puede acceder a la Orden Rectificada. Se imponen aquí ciertas precisiones;
cuando decimos cristiano, queremos decir alguien perteneciente o que haya
estado formado en cualquiera de las Iglesias cristianas que pueden profesar sin
dificultad el Credo de Nicea, quedando excluidas todas aquellas otras corrientes
o iglesias que diciéndose “cristianas” en realidad no lo son, situación muy
propia de nuestro mundo actual, que busca un espiritualismo descafeinado,
queriéndose hacer una fe a su medida y ausente de compromiso, sin estar sujeto
a nada ni a nadie y cambiando de iglesia con la facilidad que cambian de
parecer.
No
obstante, somos conscientes del estado actual en que se encuentra el hombre y el
mundo, y aquí me refiero a la frase que decía antes de: “o dispuesto a llegar a
serlo de buena fe”. Habría que hacer una distinción entre “cristiano” y
“culturalmente cristiano” que vamos a tratar de definir, entendiendo el primer estadio
como el de todo bautizado que mantiene una práctica sacramental activa, y el
segundo, como el del bautizado que ha llegado a cumplir o cumple de tanto en
tanto con alguno de los sacramentos cristianos, pero no tiene una práctica
habitual, encontrándose –por la razón que sea- un tanto alejado de esa vida
activa. Por desgracia, este segundo estadio, es el estadio dominante en nuestra
sociedad y nuestro mundo, y si queremos ser realistas, ni podemos ir mucho más
allá ni tampoco seríamos caritativos desde un punto de vista cristiano,
marginando esa mayoría de hombres que se encuentran en esta situación. He
podido ver y comprobar los efectos beneficiosos que el Rito Escocés Rectificado
puede desplegar en el ser humano con el pasar del tiempo –yo mismo soy un
ejemplo viviente de lo que estoy diciendo y del efecto de “retorno” que se
opera en el individuo-, pero en cualquier caso es necesaria la fe cristiana
previa a la entrada, fe que con toda seguridad se irá fortaleciendo.
Volviendo
al sentido que damos a la frase de ser un “hombre libre y de buenas costumbres”
he oído muchas veces decir entre los masones ajenos a nuestra Orden, que se
trata ahí de todo hombre que no sea esclavo, asociando el sentido a la noción
de esclavitud del hombre por el hombre, mientras que en la Orden Rectificada
entendemos la noción de “hombre libre” asociada a que no sea esclavo de sus
pasiones y vicios, pues se trataría en este caso de una esclavitud de tipo espiritual.
Sucede lo mismo en nosotros con la noción de “progreso” que a diferencia de
como se entiende en el resto de sistemas masónicos, el único “progreso” que nos
preocupa en nuestros afiliados, es el progreso espiritual del individuo que
constituye el objeto real de nuestra asociación.
Finalmente,
a tu pregunta de qué esperamos de aquel que llama a la puerta de nuestras
Logias, responderé: sumisión. Ya sé que esta respuesta suena muy fuerte en
éste, nuestro mundo de libertades y derechos, que el ciudadano se muestra tan
orgulloso de haber conquistado. En el ritual que se entrega a nuestros
Aprendices, en el catecismo por preguntas y respuestas, se le pregunta al
recién entrado: Pregunta ¿qué venís a
hacer en Logia como Aprendiz?, Respuesta Vengo a aprender a vencer mis pasiones, a superar mis prejuicios y a
someter mi voluntad, para hacer nuevos progresos en la francmasonería. Hay
en este fragmento respuestas a varias cuestiones; en primer lugar corrobora lo
que antes decía de cómo entendemos al “hombre libre” y la noción de libertad
que le atribuimos, en segundo lugar cómo entendemos la noción de “progreso” y
finalmente la respuesta a la “sumisión” que antes pedía a todo candidato. Vengo (…) a someter mi voluntad, se dice en nuestros rituales, y es solamente
sometiendo la propia voluntad en favor de la voluntad de la Orden que se pueden
hacer progresos en esta vía. Está claro que se trata aquí de un acto de fe
–quiero recordar que anteriormente hacía hincapié en la imprescindible
necesidad de la fe cristiana para poder acceder a la Orden Rectificada del Gran
Priorato de Hispania-, ¿acaso no encomendamos la propia suerte al Padre, cuando
en la oración de oraciones, enseñada por el propio Cristo, decimos: “hágase tú voluntad aquí en la tierra como en
el cielo ”? Quiero recordar también, que el primer pecado en el hombre, fue
el pecado de orgullo; pues bien, es precisamente ese pecado de orgullo el que
venimos a someter, cuando nuestra entrada en la Orden. Es a ésta sumisión a que
hago referencia. Claro está que para someter ésta libertad nuestra, debemos
habernos asegurado previamente, que nos sometemos ante algo o alguien inspirado
en las más altas virtudes. Es lo que se le dice al recipiendario cuando se le
pregunta en diversas ocasiones si quiere prestarse al primer juramento que va a
efectuar en la Orden como Masón, asegurándole que: “…jamás se os exigirá nada que sea contrario a lo que debéis a Dios y al
jefe del Estado, a vuestra profesión y a los otros hombres…” ¿Qué mayor
garantía puede haber para un creyente, que una Institución fundamentada en la
Religión?
Con
todo, no dejamos de comprender la extrema dificultad que representa para el
hombre de hoy la noción de sometimiento que pedimos, cuando en la calle todo
apunta en sentido contrario y nuestro mundo es una jungla en que el hombre
devora al hombre, pero por otro lado tampoco hay que olvidar que hay un componente
de inconformismo por parte de aquel que decide venir a llamar a nuestras
puertas, respecto al mundo y lo que le rodea, solo que -para sorpresa suya- se
va a encontrar con que, para cambiar el mundo, primero ha de cambiar él.
Por todo
lo que me acabas de responder, debo inferir que en esas falencias reside el mal
que aqueja hoy a tantas masonerías. No es sencillo encontrar hombres que reúnan
las condiciones que esperamos de un profano. Es evidente que se ha apostado al
número en desmedro de las condiciones especialísimas que debe reunir un
candidato. Pero este me lleva a volver a preguntarte: ¿Cómo debiera ser a tu
criterio, la selección de nuestros Hermanos? ¿No debemos acaso buscar a
aquellos que merecen ingresar en nuestra Vía Iniciática? ¿No debiéramos actuar
más abiertamente en el mundo a fin de encontrar aquellos que, sin saberlo, nos
están buscando?
Efectivamente,
la masonería en general ha optado a nivel mundial por la cantidad en lugar de
la calidad. Si la masonería estuviera inspirada por los principios a que antes
me he referido, habida cuenta del número de masones existentes a nivel mundial,
nuestro mundo andaría por otros derroteros, pero las cosas son como son.
Tampoco hemos de sorprendernos que el mundo profano nos considere de la manera
que nos considera, metiendo en el mismo saco a unos y otros sin hacer
distinción entre los masones, de acuerdo a lo que profesan.
No
creo que se deba buscar a nuestros posibles candidatos. La decisión de entrar
en masonería ha de ser suya, debe ser un ejercicio de libre voluntad. Nosotros
no hemos de elegir a los candidatos, es el hombre que debe elegir que hacer con
su destino. No obstante, ello no quita que la masonería exponga al mundo cual
es su pensamiento, sin que ello quiera decir que la masonería deba
pronunciarse, por ejemplo, sobre tema tales como la Reforma Laboral o algo
parecido, sobre aspectos contingentes por muy preocupantes y acuciantes que
estos sean. No es a estos asuntos a los que está llamada la verdadera Masonería.
La verdadera Masonería está interesada en el hombre pero contemplado éste desde
un punto de vista ontológico, y visto así, las verdaderas necesidades del
hombre no han cambiado tanto a lo largo de los siglos y son las mismas las del
hombre del pasado, del presente y del futuro, porque son necesidades
atemporales que tocan la esencia del ser humano y no son en absoluto
materiales. No quiero tampoco decir que debamos ignorar las necesidades
materiales del ser humano, solo que nuestro mundo ya ha generado suficientes
instrumentos, estamentos y organismos de control para atender estas necesidades
aunque estos estamentos no estén bien dirigidos. Ahora bien, estos organismos
están dirigidos por hombres y estos hombres se mueven por unos principios y
criterios, y es precisamente respecto a estos principios y criterios donde se
sitúa el ámbito de actuación en que realmente entiende la verdadera Masonería.
Ahí es donde debiera incidir, no queriendo convertirse ella misma en sindicato,
o administración de justicia, suplantando un papel que no le corresponde y para
el que no está preparada.
El
gran error de gran parte de la masonería ha sido olvidar el papel que en tanto
vía Iniciática tenía para el hombre –y que la Orden Rectificada del Gran
Priorato de Hispania continua teniendo todavía- haciendo de él un referente
para el mundo y la sociedad. Si la masonería pretende incidir en el mundo
ayudando al desvalido, regalando mantas, o ambulancias, por muy digna de
encomio que pueda resultar la iniciativa, tiene la guerra perdida, porque para
eso ya están los Rotary Club, o los Lion’s o cualquier telemaratón televisivo
que será capaz de recaudar más fondos que todos los masones juntos. La
verdadera Masonería ha de incidir cambiando el modo de pensar de la gente, pero
no imponiéndolo si no haciendo que nazca del fondo de su corazón, y para
lograrlo, no puede hacerse de modo generalizado, si no que debe hacerse primero
en el fondo del corazón de cada uno en particular, obrando como una revolución pero
a la inversa, yendo de lo particular a lo general. Es entonces cuando Dios se
refleja en el hombre y el hombre en Dios, convirtiéndose en instrumento de la
voluntad divina y conquistando a la multitud, no con la fuerza de la espada, si
no con la fuerza del ejemplo.
Pero
evidentemente, para que el hombre logre lo que estoy diciendo, tiene que
depurar sus sentimientos y sus pasiones, poniéndose al servicio de su Creador.
He ahí una Masonería que estoy pintando que se encuentra muy lejos de la
masonería que podemos ver y encontrar por doquier. La que resulta más visible,
está buscando su sentido y su razón de ser desde la Revolución francesa, y no
lo ha encontrado ni lo encontrará nunca, porque busca donde no debe y es
incapaz de reconocer donde debería buscar. Esa masonería a que me refiero, es
la que en su momento echó al G.A.D.U. por la ventana, eximiendo a sus logias de
la obligatoriedad de trabajar a la Gloria del Gran Arquitecto del Universo, o aquella
otra al otro lado del canal de la Mancha, que con las constituciones de los
pastores Anderson y Desaguliers, de facto,
descristianizaron la masonería en aras de una laxa universalidad. Esa masonería
tiene muchos adeptos (hay otra, frutos de estas dos, que no queriendo alinearse
con ninguna de ellas, en su locura, afirma que trabaja bajo la bóveda celeste),
cuenta sus membresía por millares y son las responsables que el mundo profano
nos observe a lo sumo entre perplejo y curioso, pero no como un ejemplo a
seguir.
Me
preguntabas por la selección de nuestros Hermanos. Por mi parte, he dado unas
sucintas pinceladas de lo que es la Orden Rectificada del Gran Priorato de
Hispania. ¿Selección? Se produce de modo natural; no seleccionamos ni debemos
seleccionar, cada uno verá si se siente reflejado o atraído por estos
principios. Conforme la Vía avanza, el camino se estrecha, y es evidente que no
todo el mundo está dispuesto a asumir el nivel de compromiso que el caso
requiere. Así, nuestra Orden Rectificada se convierte en una élite, no porque
nosotros queramos, si no por la ausencia de capacidad de compromiso de los
demás. No somos perfectos porque nada humano lo es. Sólo Dios es Justo y
Perfecto. Lo único que nos diferencia del resto es la capacidad de compromiso
que podamos tener, y la confianza en nuestros Hermanos y la Orden Rectificada
de que cuando nos caigamos –que seguro que caeremos- alguien fraternalmente nos
ayudará a levantarnos y confortará para que sigamos en la lucha, pues este es
el camino que hemos elegido por nuestra propia y libre voluntad, poniendo de
manifiesto lo que es la auténtica libertad, que no es hacer, lo que uno quiere
sino lo que uno debe.
1.
Por último, Querido
Hermano, he de preguntarte por nuestra alegoría de la Piedra Bruta. Viendo la
armonía de los muros que rodean este claustro, me pregunto ¿cómo comenzar a
desbastar la Piedra? ¿Cómo hacer que esa piedra en bruto, sacada de la cantera
–tal como es simbolizada la figura del recipiendario- se convierta en parte de
un edificio tan maravilloso como el que los masones elevamos a la Gloria de
Dios?
El
sello del Directorio General de las Logias Escocesas Reunidas y Rectificadas
del Gran Priorato de Hispania, lleva una divisa en latín que reza: Homo Templus Dei, que quiere decir: El
Hombre es el Templo de Dios. Cada uno de nosotros somos una Piedra, que hay que
desbastar primero para luego pulir. La Regla Masónica al uso en las Logias
Reunidas y Rectificadas, nos habla con claridad de la naturaleza de esa Piedra
bruta: “Tu alma es la piedra bruta que es
necesario desbastar: ofrece a la Divinidad el homenaje de tus sentimientos
ordenados, y tus pasiones vencidas.” Poco antes de acudir a nuestra cita en
el claustro, he supervisado el trabajo de uno de nuestros Aprendices que voy a rememorar.
Se cuenta que un día le preguntaron al célebre escultor Miguel Ángel cómo hacía
para esculpir unas estatuas tan bellas, a lo que respondió diciendo: “Sólo
quito aquello que sobra del bloque de mármol para sacar la figura que yace en
su interior”. Algo así es el trabajo a llevar a cabo, el trabajo que se nos
encomienda.
El
trabajo a realizar es arduo y aunque la labor debemos hacerla en el fondo de
nuestro corazón, tampoco podemos hacerlo en la soledad. Necesitamos el auxilio
de la Orden Rectificada para orientarnos y el sostén de la misma para que nos
ayude a levantarnos cuando desfallezcamos. El proceso de reordenación interior
que nos ha de deolver al camino de reintegración a la virtud, pasa por el
sacrificio de nuestras pasiones desordenadas, haciendo de dicho proceso algo
largo y complicado pues el hombre de hoy, y el mundo que lo rodea, ni está
acostumbrado a tales sacrificios, ni el mundo que lo rodea tampoco, pues le
hace creer todo lo contrario. El hombre, que guarda en su inconsciente
colectivo memoria de su antigua grandeza, sin considerar los efectos funestos
que supuso la caída que lo destronó de la misma, se cree con derecho a todo y
continua obrando como si nada hubiera pasado, hasta que el resultado de sus
acciones le hacen ver que ya no controla ni domina todo.
Como
decía poco antes, toda obra humana es imperfecta, pero no por ello hemos de
renunciar al trabajo que se nos pide. Todos y cada uno de nosotros somos
expresión de un hombre, del primer Hombre, que representa la Humanidad entera,
y todos y cada uno debemos trabajar para regenerarlo. En nuestra imperfección,
si nuestra piedra no encaja perfectamente con la del vecino, la argamasa
cubrirá los huecos, y junto a otra piedra y otra, formará este conjunto
armónico que los Masones pretendemos elevar a la Gloria de Dios. La argamasa
-en este caso, la Orden Rectificada- nivelará y armonizará la posible y
probable imperfección de nuestra piedra -si acaso no hemos sido capaces de
pulirla lo suficiente-, logrando que la suma del conjunto de los trabajos bien
hechos prevalezca por encima de nuestras imperfecciones que la argamasa
nivelará, permitiendo que el muro se levante con la solidez que podemos ver en
estos muros que nos rodean.
Subrayo
aquí la imprescindible necesidad de confianza en la Orden Rectificada,
inspirada y fundamentada en los más solidos cimientos representados por la
Religión cristiana. Si a la Orden Rectificada, si al Régimen Escocés
Rectificado, le quitamos la tradición cristiana, lo desproveímos de sus
cimientos y lo rebajaríamos a la condición de simples masonerías de las que
antes hemos hablado. Nuestra confianza en la Orden Rectificada ha de ser
proporcional a nuestra fe en la Religión cristiana, la cual hemos afirmado
profesar cuando nuestra entrada en la Orden y hemos puesto por garante de
nuestro juramento.
Así
pues, nos cabe esperar las ayudas suficientes de la Orden Rectificada porque
está inspirada en los más altos y sublimes principios. Gracias a las enseñanzas
de la misma –basadas en fuentes de total garantía para nosotros- podremos
realizar el trabajo al que hemos sido llamados y formar entre todos ese “Templo
de piedras vivas” cuando formemos la Logia.
Quisiera
concluir esta pregunta a propósito de la Piedra Bruta, recordando un fragmento
del ceremonial de Iniciación de nuestro Rito Escocés Rectificado, con las palabras
que el Venerable Maestro dirige al recién iniciado Aprendiz, diciéndole: “Hermano Aprendiz, esta piedra bruta sobre la
que acabáis de golpear es un verdadero símbolo de vos mismo. Trabajad, pues,
sin descanso en desbastarla, para poder pulirla a continuación, ya que es éste
el único medio que os queda para descubrir la bella forma de la cual es
susceptible, y sin la cual sería rechazada de la construcción del Templo que
nosotros elevamos al Gran Arquitecto del Universo.”
La
noche cae sobre nosotros, Querido Hermano; retirémonos y vayamos a guarecernos.
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