A menudo muchos HH.·. me
preguntan ¿Por qué razón existe una masonería cristiana, que se identifica con
un credo particular? La respuesta es sencilla: En sus orígenes la francmasonería
nació cristiana; de ello no hay dudas. Basta con leer todo lo que hemos escrito
en los últimos años y todas las constituciones medievales, tanto las monásticas
como las seculares. También lo fue mayoritariamente en el siglo XVIII, época en
que nació lo que denominamos “masonería especulativa”, razón por la cuál suelo
invertir la pregunta: ¿Por qué razón la gran mayoría de las Obediencias Masónicas
dejaron de ser cristianas?
Inmediatamente llega una segunda
pregunta: ¿Por qué una masonería caballeresca? ¿Qué tienen que ver los picapedreros
con los caballeros? La respuesta es también sencilla. Desde los comienzos de la
masonería especulativa se reconoce un pasado común entre algunas cofradías de
canteros y las órdenes de caballería.
Mito, leyenda o verosimilitud,
los masones del siglo XVIII estaban convencidos de que su pasado estaba
encadenado a la nobleza. Los
primeros Grandes Maestres de todas las Obediencias europeas eran nobles de
espada. Aún hoy el Rito más racionalista y contrario a la caballería utiliza
espadas. ¿No se han preguntado por qué utilizan espadas? ¿No se han preguntado
por qué razón la mayoría de las estructuras de grados en los diferentes Ritos
hablan de caballeros, príncipes, comendadores, prefectos, priores, capítulos,
areópagos, campamentos, etc.? ¿Acaso todas estas palabras no provienen de un
lenguaje nobiliario y religioso? En este caso también resulta adecuado invertir
la pregunta: ¿Por qué razón la mayoría de los masones no busca el origen de sus
Ritos?
Hay dos cuestiones que irritan profundamente a
los masones racionalistas. La primera de ellas es no poder ocultar el proceso
de sustitución de rituales. Me expresaré más claramente. Todo masón jura por su
honor no modificar ni una coma del ritual que recibe en custodia. Este es un
deber de todo Venerable Maestro, de cualquier Rito; de modo que si confrontamos
los rituales actuales de cualquier rito con los de décadas atrás o un par de
siglos atrás y vemos que no concuerdan, pues eso significa sólo una cosa: Que
ha habido un perjuro o varios, a lo largo del tiempo. Se trata de un tema político,
cuyo fin es la sustitución paulatina del carácter original de la francmasonería. De
modo tal que, como suelo afirmar, muchos de los actuales rituales no son otra
cosa que el resultado del trabajo de una larga, larga cadena de perjuros.
En algunos casos estos cambios
nacieron de acuerdos legítimos, en el seno de algunos Grandes Orientes. En
otros se hizo –y se hace- de manera subrepticia. De facto. En conclusión, podría
afirmar y demostrar que la mayoría de las Obediencias en América Latina no
resisten una confrontación de sus rituales: Han sido sustituidos por otros más “agiornados”,
más a tono con los tiempos, más democráticos, más laicos. Desde esta
perspectiva el problema no radica en por qué razón sostenemos una masonería
tradicional, anclada a sus orígenes sino, en tal caso, ¡por qué razón se
modificó y se modifica, permanentemente, su carácter original! Explicar esto incomoda
mucho a los masones racionalistas.
La segunda tiene que ver con la
cuestión del libre pensamiento y la democracia. Algunos
masones creen que la única forma de gobierno de una Orden Masónica es mediante
el ejercicio de la
democracia. Y si hay algo que distingue a la masonería de
cualquier otra institución es su carácter piramidal; el avance paulatino a través
de los grados y finalmente el acceso a una comprensión más profunda de los
misterios que persiguen al hombre desde sus primeros pasos en la tierra. Quién soy;
de dónde vengo, a dónde voy. La masonería, como Orden Iniciática ha sido
pensada para dotar al hombre de las herramientas necesarias para que pueda
responder finalmente a estas preguntas.
Heredera de las antiguas Escuelas
de Misterios, la francmasonería nos coloca una y otra vez ante diversos Pórticos de Delfos que nos indican una búsqueda,
nos transmiten un mandato, nos otorgan un idioma y nos invisten de manera
adecuada para llevar adelante esta misión.
Por supuesto que esto tiene poco
que ver con lo que hoy se hace en una gran mayoría de logias. Pero esa era la idea,
la de nuestros ancestros y si la han cambiado el problema no es nuestro.
Decía Ramsay que todo masón en un
verdadero caballero. Pero esto no es fácil de digerir. ¿Cómo encaja un
caballero en un mundo al extremo secularizado, en medio del relativismo,
anclado en el hedonismo y –en el mejor de los casos- inclinado a cierta vocación
filantrópica? Filantropía es una palabra demasiado laxa para la caballería; una
suerte de insulto para quien ha leído algo del Libro de la Caballería de Raymon
Llul o cualquiera de sus contemporáneos. El concepto de caballería tal como ha
sido concebido en Occidente está ligado al sacrificio, a la defensa del
desvalido, a la lucha por la justicia y la verdad y a la defensa de la religión. Un
caballero nos es un gentleman de buenos modales que da lo que le sobra.
En el siglo XVIII los masones
franceses, en su mayoría fuertemente influidos por sus hermanos escoceses,
establecieron una fuerte alianza con las órdenes de caballería resurgidas luego
del largo reinado de las guerras de religión, especialmente en Alemania,
Inglaterra, el Imperio de los Austria y los países escandinavos. La
francmasonería fue el atanor en el que se gestó un gran movimiento ecuménico
cristiano que tendió puentes poderosos entre el norte protestante y el sur católico.
Y tuvo éxito. De allí que Roma se apresurase a excomulgarnos.
El Régimen Escocés Rectificado es
hijo de esa alianza que algunos intentamos sostener, pese a todo, en pleno
siglo XXI. Por supuesto, al igual que ocurre con los racionalistas, tenemos
nuestros propios delirantes que, sin tregua pero sin pausa, intentan introducir
nuevas “interpretaciones”, buscando dónde correr la coma o la señal que los
haga elegidos.
No les alcanza con el mandil del
masón, ni con el manto del caballero. Son versiones descoloridas de Harry Potter,
o peor aún, aprendices de brujo que le hacen tanto mal a la francmasonería
como aquellos que un día decidieron decretar los funerales de Dios.
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ResponderEliminarQue texto tan preciso, me has aclarado unos dudas y me has informado bien.espero más información.
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