Tal vez
resulte una afirmación temeraria, pero lejos de lo que se pudiera creer, la
caballería está vigente en el siglo XXI. Toda decadencia tiene un límite, y la
especie humana ha desarrollado conceptos de los cuales se puede prescindir temporalmente,
pero que se resisten a abandonar el sitio ganado. El hombre no está condenado a
la decadencia; por el contrario, está llamado a glorificar a Dios con sus obras.
Podrá olvidar su misión temporalmente, podrá parecer que todo se hunde, pero la
parábola judía que afirma que el mundo se sostiene en el hombro de los justos
es cierta.
Cada
cultura ha tenido su apogeo, eso también es cierto. La cultura Occidental tuvo el suyo en tiempos
de la Orden de la Caballería, en aquellos días en los que para ser un hombre no bastaba
calzar pantalones sino que se debìan practicar unas virtudes que dieran muestra de la clase de
luz que cada quien llevaba en el alma. La guerra justa se libraba junto con la
epopeya interior, el dominio del Leviatán que acecha en cada uno de nosotros.
Un
caballero era capaz de amar a una dama por toda la eternidad. Un cristiano
pobre era sagrado, y una viuda intocable. La cristiandad crecía en brutalidad,
pero al mismo tiempo lo hacía en su capacidad de moldear al mundo transformando
el corazón de los hombres. Fue en la misma época que surgió el fenómeno de las
catedrales; caballeros y masones formaban parte de la misma especie cultural.
Luego de
los tiempos azarosos de las revoluciones, del advenimiento de las repúblicas,
del linchamiento de los santos y de la banalización de lo sagrado, parecía que
el mundo estaría condenado a renegar de la virtud, de la fe y del honor. Pero
esta resultó ser una gran mentira.
En tiempos
de relativismo no es sencillo comprender a una masonería ligada al fruto de la
caballería. Por eso creí necesario contar la historia de los jacobitas, los
testarudos escoceses, irlandeses e ingleses católicos que no se resignaban a
abandonar a sus reyes Estuardo. Su epopeya tiene que ver con los cíclicos
retornos de la caballería. Tiene que ver con una masonería previa a las pátinas
de modernidad con las que fue cubierta. La historia del exilio jacobita nos
acerca al espíritu de una institución que parece olvidada; pero que sólo lo
parece. Va entonces la “Introducción” de “Masones, Caballeros e Illuminati”.
Espero que les guste.
En el gran patio del castillo de los Caballeros Hospitalarios
de San Juan de Acre
Aunque
todavía se discuta sobre si los orígenes de la masonería deben buscarse en el
monasticismo o en las corporaciones de oficio de la Edad Media, existe cierto consenso
en que su tradición tiene que ver con los trabajadores de la piedra, en
particular con los constructores de catedrales. Si esto es así, ¿Por qué
existen tantos elementos provenientes de las órdenes de la caballería en una
organización que reclama su origen en los canteros y picapedreros medievales?
¿De dónde proviene esta influencia? La respuesta está en la primitiva masonería
de Escocia.
En
efecto, cierto número de Ritos Masónicos vigentes reconoce la existencia de
instancias superiores a las que se denomina genéricamente con el nombre de
Altos Grados, Grados Filosóficos o Grados Colaterales. Una proporción
importante de ellos guarda la marca de una tradición propia de los masones
escoceses, que fue trasvasada a Francia –y luego a Alemania– en medio de la
situación de desastre político y militar que se vivía en las Islas Británicas
a fines del siglo XVII.
La
mayoría de los masones que actualmente practican estos ritos escoceses no
conoce los detalles de este patrón común en sus raíces. En el mejor de los
casos la influencia escocesa es tomada en un sentido alegórico; en otros se la
ignora. Sin embargo, las trazas dejadas por la caballería masónica escocesa
pueden explicarnos mucho acerca de las contradicciones y los conflictos que,
aún hoy, dividen a la Orden Masónica.
Para
comprender el problema es necesario abordarlo sin prejuicios, con el espíritu
abierto a las investigaciones más recientes, y estar dispuesto a romper mitos.
El
primero de ellos es el que ha pretendido fijar el nacimiento de la
francmasonería en una taberna de Londres en 1717. Esto no es cierto. Al menos
no lo es en la forma en la que habitualmente se explica. La masonería especulativa
no nació en aquella taberna londinense, sino que ya existía en Escocia, Irlanda
e Inglaterra décadas antes de la fecha que se pretende fijar. Deberíamos
preguntarnos: ¿Por qué razón se sigue sosteniendo este mito?
El
dilema que se plantea aquí es que no hay una razón, sino varias. La primera de
ellas tiene que ver con la lucha por la hegemonía del relato. Los masones
ingleses siempre evitaron debatir sobre el papel de las logias en las luchas
dinásticas que enfrentaron a las Casas de Hannover (protestante) y Estuardo
(católica) en su puja por el poder político y religioso. De hecho, es una
costumbre de la masonería británica no discutir en sus talleres, ni de
política, ni de religión. Esta actitud, ampliamente difundida en toda la
francmasonería moderna, ha permitido crear un ámbito de amistad y concordia en
el seno de las logias.
Estas
luchas entre el partido católico y el protestante, pronto dejaron de ser un
problema propio de las Islas Británicas para trasladarse al continente, en
donde las logias se verían seriamente involucradas. La masonería nació en
medio de la conflagración de dos facciones en guerra.
Para
esa época, a pocos masones les importaba que sus ancestros hubiesen sido
constructores de iglesias y castillos. La presencia de masones operativos, es
decir, albañiles y maestros de obra, era –como veremos– casi nula. Y si bien
se habían mantenido los símbolos propios de la arquitectura, otros provenientes
de la heráldica y del imaginario caballeresco, más acorde a la nobleza –sin
olvidar la multiplicidad de esoterismos– ya estaban introducidos en las logias.
Los
escoceses ganaron la partida en Francia y Alemania, imponiendo en el
continente una versión diferente a la del relato inglés. Los ritos de
ascendencia escocesa se expandirían luego por todo el mundo, en permanente
competencia con los ingleses que, pese a todo, lograron imponer ciertos
criterios de regularidad, es decir, reservarse el derecho de reconocer o no a
quienes trabajan según los Antiguos Linderos.[1]
Las Constituciones de Anderson, si bien reflejaban la tendencia protestante de
los Hannover, lograron establecer un marco que sería, en el futuro, punto de
encuentro entre enemigos irreconciliables y una herramienta insuperable para
el ejercicio de la Tolerancia.
Pero
hay una segunda razón: Comenzaba el Siglo de las Luces y los hombres de la
Ilustración traían nuevas ideas que ponían en jaque a las instituciones (la
monarquía absoluta y la Iglesia). La tensión crecía entre la aristocracia
conservadora y la incipiente aparición del libre pensamiento. Al mismo tiempo
se creaban sectas que, alentadas por las luchas religiosas, se apresuraban a
asestar un golpe mortal a la Iglesia que veía amenazada su preeminencia.
Los
hombres de la Ilustración querían transformar la sociedad, volviéndola más
justa; las sectas, por el contrario, buscaban una revolución sangrienta.
La
Revolución Francesa aniquiló la masonería cristiana escocesa del siglo XVIII e
impuso una nueva en la que tuvo gran influencia la secta de Adam Weishaupt,
“Los Iluminados de Babiera”, más conocida con el nombre de Illuminati.
La
masonería francesa post revolucionaria tenía sus propias razones para hacer
todos los esfuerzos posibles por aniquilar cualquier resabio de una masonería
caballeresca de ascendencia escocesa. Diremos que fue implacable y que
asesinó, sistemáticamente, a miles de masones.[2]
Hay
una tercera razón: A los masones liberales, que rechazan todo vínculo de la
masonería con las instituciones del Antiguo Régimen, no les resulta cómoda la
presencia de Ordenes de Caballería en el escenario masónico, pues como tales,
todas tenían su modelo en la tradición católico-romana.[3]
La
narración que contiene este libro bien podría ser una novela de intrigas y
complots con final trágico, sin embargo no lo es; pues se trata de hechos
rigurosamente ciertos. Describe la trama de acciones políticas y militares que
ubican a la francmasonería en el centro mismo de las conspiraciones que
asolaban a Europa en el siglo XVIII. Refleja esa época y tiene la manifiesta
intención de dar por tierra con la imagen estereotipada del masón que, de pronto,
deja de construir catedrales y se convierte en un intelectual especulativo.
Hubo en el medio un proceso de transformación que acompañó a los grandes
cambios que sufría la sociedad. La masonería moderna debió moldearse en medio
de graves apremios, y si aún conserva su prestigio es porque nunca abandonó su
sitio preponderante entre los actores que construyen la historia.
Tal
vez por eso la masonería sigue generando expectativas, y su historia –en gran
parte aún desconocida– siempre nos sorprende.
Sabiendo
que actualmente subsisten casi las mismas diferencias que enfrentaron a los
primeros masones de la era moderna, es inevitable que este libro sea controvertido,
sólo por el hecho de sostener que esa masonería caballeresca, que muchos
rechazan, todavía está viva y constituye la culminación de la Vía Iniciática
que sigue siendo el mayor tesoro de la francmasonería. Todo lo demás bien
podría reemplazarse por un partido político o por un club filantrópico.
Conviene
advertir al lector desprevenido que, al igual que en mis publicaciones
anteriores, no encontrará en este libro un manual de simbología ni una lista de
masones famosos. Apenas una descripción general de la masonería y su historia
pretérita en el primer capítulo. Este libro trata de la otra masonería, la que
construyó las grandes conspiraciones de los últimos tres siglos porque, esencialmente,
es la herramienta más grande jamás concebida para el arte de la construcción
política. Sin embargo, su lectura puede ser abordada tanto por masones como por
lectores interesados en la masonería y su relación con el poder y la política.
[1] Se denomina Antiguos Linderos
(Old Charges) al conjunto de ordenanzas y Constituciones de los antiguos
canteros de la Edad Media.
[3] Al respecto
remitimos al trabajo de Ferran Juste Delgado sobre Ordenes de Caballería de
Tradición católico-romana, (Barcelona, 2001).
http://eduardocallaey.blogspot.com.ar/2012/03/ordenes-de-caballeria-de-tradicion.html19
Como puedo adquirir tus libros en formato electrónico de PDF sin que esté obligado a leerlos en Google Play... adquirí uno "el otro imperio..." pero desgraciadamente viene solo para esa aplicación lo cual no se explicó en la compra por lo que se me hace dinero tirado a la basura dicha compra, pero bueno... ni modo ya se hizo... solo no quiero caer otra vez en una compra así y SI me interesan tus libros
ResponderEliminarEstimado Humberto: Mis libros se pueden adquirir en Amazon (El otro Imperio Cristiano, El Mito de la Revolución Nasónica, Las Claves del Símbolo Perdido) y también en www.masonica.es -tiene envíos a todo el mundo- Caballeros, masones e illuminati - De Templo Salomonis Liber - Conversaciones en el Claustro. (También se pueden comprar en papel o e-book
EliminarEspero haberte respondido tu inquitud. Un fraternal abrazo