sábado, 23 de junio de 2018

Algunos apuntes sobre la edición en inglés de "On the Temple", de Beda el Venerable.

En tiempos tan volátiles nada mejor que regresar a los viejos textos sobre los que se ha construido nuestra cultura. Más aun cuando se trata de los cimientos de un edificio que lleva siglos de construcción y cuya identidad se vuelve cada vez más difusa, aunque no por ello menos inquieta  y vigorosa. La francmasonería es un fenómeno en el que convergen tradiciones de distintos orígenes. De todas ellas, la más negada, antaño y hogaño, es la tradición cristiana. Por eso creo valioso compartir algunas notas respecto de un libro sobre el Templo de Salomón escrito hace trece siglos sobre al que regreso una y otra vez, buscando nuevos significados e interpretaciones. ¿Por qué ejerce sobre nosotros, los masones, tanta fascinación el Templo de Salomón? Recuerdo que en el año 2014, caminando por las galerías subterráneas excavadas debajo de los cimientos del Templo de Jerusalén, me encontré con una inmensa pared de roca tallada de la cual se cree que es la más grande y pesada jamás labrada por el hombre. Estábamos en el nivel de la base del Templo de Herodes; incluso hay un cartel curioso que dice "Herods Masonry". Pensé en aquel momento que los cimientos del primer Templo, el de Salomón, estaban aun más abajo, mucho más abajo que nosotros, a una profundidad a la que se supone ya han excavado minuciosamente los israelíes, pero que hasta ahora permanece cerrada al público. También pensé que el monje inglés que escribió ese libro hace trece siglos, tratando de encontrarle un sentido, nos había legado una simbología -o mejor dicho, una suerte de alegorías- que aun nos acompaña. Pero hecha esta introducción, aquí van los apuntes de estos días de relectura.

Recientemente, un muy Q.·.H.·. me regaló un ejemplar de la "Historia eclesiástica del pueblo de los anglos", de Beda, en una edición realmente admirable de la colección de Clásicos Latinos Medievales de AKAL. Este gesto me devolvió a la lectura de Beda e inmediatamente de leer esta versión, ahora en español de "Historia eclesiástica..." volví a releer otra del monje inglés que, por fortuna, también me llegó a través de un gesto generoso. En efecto, hace algunos años, luego de que se publicara la segunda edición de “La Masonería y sus orígenes cristianos”, y en oportunidad de una tenida a la concurriera en la sede del Gran Priorato de Hispania, en Barcelona, un Q.·.H.·. tuvo la gentileza de obsequiarme un ejemplar de una edición inglesa de la obra de Beda, el Venerable, De Templo Salomonis. Se trata de Bede: On the Temple, una versión de De Templo Salomonis Liber, traducida por Seán Connolly y publicada por Liverpool University Press.

La edición inglesa de On the Temple

Tiempo antes de aquel viaje, junto al Q.·.H.·. Jorge Sanguinetti (hoy en el Oriente Eterno), habíamos emprendido la traducción directa del latín, que fuera publicada primero por Manakel y luego por Ediciones del Arte Real.[1] Pero el valor de la edición en inglés radica, principalmente, en los comentarios introductorios de una académica británica fallecida recientemente, Jennifer O’Reilly (1943-2016). 

En la Introducción O’ Reilly hace una brillante exposición acerca de las alegorías arquitectónicas escritas por Beda, especialmente en el texto presentado. En realidad, más que una introducción es un ensayo que contiene infinidad de elementos que pueden ayudarnos a comprender el vínculo entre las alegorías contenidas en los escritos monásticos y el simbolismo masónico.

Jennifer O'Reilly

Explica O’Reilly que el Tabernáculo y el Templo de Salomón son un tema recurrente a lo largo de las escrituras exegéticas de Beda (también lo son a lo largo de toda la simbología masónica). De hecho son el eje principal de tres homilías y tres de sus comentarios bíblicos, De Tabernáculo (c. 721-725), In Esram et Neemian (c. 725-731) y De Templo (c. 729-731). A primera vista –dice O Reilly–, el interés de Beda por estas construcciones, sagradas para el Pueblo Judío, junto con el culto llevado a cabo por los sacerdotes y su complejidad ritual, pueden parecer antiguos y extrañamente ajenos a la preocupación vital contemporánea de la Historia Ecclesiastica gentis anglorum (731). Recordemos que Beda es considerado "El Padre de la Historia Inglesa" y que el interés en su obra se ha concentrado justamente en aquellas de carácter histórico. En efecto, su "Historia eclesiástica del pueblo de los anglos" introdujo a lo que luego sería Inglaterra en la historia escrita. En cambio, sus escritos teológico-exegéticos –que abarcan un tercio del Antiguo Testamento y casi la mitad del Nuevo– en su mayoría no han sido traducidos del latín. De hecho, cuando con Jorge Sanguinetti comenzamos a traducir De Templo en 1998 no sabíamos acerca de esta edición de Liverpool University Press, editada en 1995.

Para O’ Reilly –que fuera catedrática en Historia Medieval en el University College Cork– la exposición alegórica del ornamento figurativo en el Templo de Salomón condujo a Beda a concluir en que el arte de la defensa de la religión, a menudo citado, proporciona "una escritura viva" para los analfabetos. Esta afirmación de O’Reilly parece enmarcar a la alegoría arquitectónica de Beda dentro de la denominada “pedagogía de masas” que describe Georges Duby[2] al analizar el carácter pedagógico del arte románico mediante el cual las Sagradas Escrituras se presentaban, de modo figurativo, a los ojos de los iletrados. En la Alta Edad media, y durante el largo reinado del arte románico, los masones, literalmente, describían historias en la piedra.

Entre muchos otros análisis interesantes, O'Reilly investiga el modo en que Beda interpreta de manera diferente la construcción del Tabernáculo del Desierto y el Templo de Salomón. En tanto que el Tabernáculo es una obra circunscrita al pueblo judío, el Templo de Salomón adquiere un carácter más universal. Dice O’Reilly: “Parte de la distinción que hace Beda entre la construcción del Tabernáculo y el Templo de Salomón es que los judíos construyen el Tabernáculo solos, en cambio Salomón construye el Templo con la fuerza de trabajo de los gentiles enviados por el rey Hiram.”.

Resulta evidente que el contexto histórico en el que vive Beda (cercano en el tiempo a la conversión al cristianismo de los pueblos anglosajones de Inglaterra) requiere de una alegoría que exceda el marco del judaísmo. Por otra parte, Beda forma parte del grupo de exégetas que buscarán las raíces teológicas del cristianismo en el Antiguo Testamento. La mayoría de sus biógrafos afirman que –al igual que Alcuino de York, Rabano Mauro y Walafried Strabón, entre otros– tenía cierto dominio sobre la lengua hebrea.

Dice O’Reilly que en la Historia Ecclesiastica Gentis Anglorum [3], el proceso por el cual los pueblos anglos, inicialmente fueron traídos a la fe y luego se integraron cada vez más en la iglesia universal, se presenta como una continuación de la conversión de los gentiles registrada en los Hechos de los Apóstoles, en respuesta al mandato de Cristo de enseñar a todas las naciones.[4]

No debiera extrañarnos la abundancia de una exégesis surgida en la Alta Edad Media que concentra su interés en la piedra. Los apóstoles San Pedro y San Pablo hablan de Cristo como la Piedra Angular y de los fieles como Piedras Vivas. Beda, por su parte –y posteriormente varias generaciones de benedictinos, entre los que se destaca Honorio de Autum– se referirán al arte de pulir la piedra y definirán a los constructores como homines quadrati.

En la Primera Carta de San Pedro (1 Pedro 2) se exhorta a los cristianos: “Acercándoos a él, piedra viva, desechada ciertamente por los hombres, mas para Dios escogida y preciosa, vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo. Por lo cual también contiene la Escritura: He aquí, pongo en Sion la principal piedra del ángulo, escogida, preciosa; Y el que creyere en él, no será avergonzado”. En tanto que el apóstol Pablo (Efesios 2:19-22) dice: “Por lo tanto, ustedes ya no son extraños ni extranjeros, sino conciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios, 20 edificados sobre el fundamento de los apóstoles y los profetas, siendo Cristo Jesús mismo la piedra angular. 21 En él todo el edificio, bien armado, se va levantando para llegar a ser un templo santo en el Señor. 22 En él también ustedes son edificados juntamente para ser morada de Dios por su Espíritu”.

Esta tradición por la que la piedra adquiere un carácter alegórico en la construcción del cristianismo es temprana y puede encontrarse en una numerosa literatura patrística. O’Reilly rescata, a modo de ejemplo, un texto sobre la dedicación de la catedral de Tiro, hecho acaecido en 317, en el que Eusebio había aplicado casi toda la serie de textos bíblicos sobre el Tabernáculo, el Templo y las piedras vivas, etc. a la nueva iglesia y alabó a su patrón-obispo como un nuevo Salomón.[5] El tópico, si no ese ejemplo en particular, era ciertamente conocido para los escritores insulares.[6]

Beda consideraba la construcción de iglesias de piedra como parte de la evangelización de los anglosajones y, probablemente, como un aspecto del aumento de las influencias culturales romanas y galas en su posterior conversión. Pero, como señala Arthur Holden[7], a pesar del interés de Beda por la metáfora arquitectónica para describir a la Iglesia, nunca le da a una iglesia una interpretación alegórica. Serán, en todo caso, los masones que aprenden su oficio de los benedictinos, los que incorporarán conceptos propios de Beda y otros exégetas tales como “cuadrar la propia piedra” como tarea para aquel que construye un templo a la Gloria del Gran Arquitecto del Universo.

Bien sabido es que estos tópicos son resistidos por gran parte de los francmasones, incluidos los andersonianos, pese a que el autor del Manuscrito Cook (el segundo más antiguo atribuido a la antigua fraternidad) menciona a Beda entre sus principales fuentes. Lo mismo ocurre respecto del monje Wilhelm de Hirsau, conde palatino de Seheuren, sobre quien hemos publicado un extenso trabajo y es considerado padre de la francmasonería alemana. 

Quienes quieran ahondar en los antecedentes monásticos de la francmasonería pueden ingresar en los enlaces que están a continuación. Mis trabajos sobre los orígenes benedictinos del simbolismo masónico están contenidos en dos obras: "La masonería y sus orígenes cristianos (Editorial Kier) y "De Templo Salomonis Libes y otros textos de masonería medieval (masonica.es)



[1] Callaey, Eduardo. De Templo Salomonis Liber y otros textos de masonería medieval. Ediciones del Arte Real, Oviedo, 2015.
[2] Duby, Georges, La Época de la catedrales. Ediciones Cátedra (Madrid) 2008
[3] Recomendamos la extraordinaria edición en español de José Luis Moralejo, publicada por AKAL

[4] O’Really, Ob. Cit. p. xvii
[5] Se refiere a Eusebio, obispo de Cesarea (c. 263 - 30 de mayo de 339, ​probablemente en Cesarea, Israel en la actualidad)
[6] O’Really, Ob. Cit. xlvi
[7] Holder, A.G,. Allegory and History in Bede's interpretation of sacred architecture, in American Benedictine. (1989) 40, 115-31.

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